Las clases son esos grupos
de personas entre quienes se dividen todas las fuerzas productivas de la
sociedad. Sobre esta base se establecen las relaciones de producción
entre las clases. Siendo dueños de una determinada parte de las
fuerzas productivas, tienen la posibilidad de influir sobre el desarrollo
de la producción y aprovechan esta posibilidad en la lucha con las
demás clases para adequirir su posición social. La existencia
de las clases está relacionada con la existencia de la propiedad
privada sobre las fuerzas productivas (no sólo de los medios de
producción) y es por ello que, dejando aparte totalmente la existencia
del intercambio o de las relaciones mercancía-dinero, la importancia
de cualquier fuerza productiva concreta y la función de las clases
varían en relación con las clases concretas que obtienen
la supremacía sobre las demás.
En cuanto a las condiciones de las
relaciones mercancía-dinero, la posición social está
total y completamente determinada por la posición económica,
es decir, qué cantidad de riqueza social se está apropiando
y distribuyendo una clase dada. Por eso luchan las clases entre ellas.
Las fuerzas productivas incluyen tres
elementos fundamentales: la tierra y toda su riqueza natural, los medios
de producción necesarios para efectuar el trabajo, y la fuerza de
trabajo. Los cambios históricos en los métodos de producción
y los correspondientes cambios en las formaciones socio-económicas
vienen dados por el nivel de organización y por la influencia organizada
de estos elementos en la sociedad.
Aparte de las clases, en la sociedad
hay personas que no son proprietarios de las fuerzas de producción
y que no contribuyen con nada de su propiedad en la producción social.
Éstos pueden ser divididos en grupos según su papel social;
la intelectualidad, el ejército, el lumpen proletariado etc. Todos
ellos, de una manera u otra, necesariamente sirven a estas clases, sobretodo
a las que están, en el momento actual, en una posición dominante
y que pueden darles la parte de bienes esenciales para su existencia. Y
ello a pesar del hecho de que su influencia indirecta en la producción
puede tener una importancia enorme para la sociedad, a pesar de la organización
interna concreta de tales grupos sociales, que sin embargo no juegan un
papel decisivo en el desarrollo de la sociedad puesto que carecen de unidad
orgánica de intereses que son el distintivo de una clase. Históricamente,
todos los intentos de tales grupos sociales por influir en el desarrollo
de la sociedad condujeron, después de apropiarse de alguna parte
de las fuerzas productivas, a convertirse en una clase o a crecer dentro
de la clase a la que ellos estaban sirviendo, quizás inconscientemente.
Esto es precisamente porque los intereses sociales de tales grupos siempre
son ambiguos y no constituyen una unidad socialmente relevante.
La política de clase del proletariado
victorioso se define, en primer lugar, por las circunstancias bajo las
cuales logró la victoria. En otros términos, es esencial
que el proletariado tenga en cuenta el nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas y la composición de clases que corresponde a esa sociedad.
Por regla general, uniendo la acción
del proletariado, de los campesinos y de los pequeño burgueses,
se obtiene el poder. Sin embargo, si en esta unión el proletariado
no tiene la supremacía decisiva, entonces la revolución no
tendrá un carácter socialista, se quedará en democrático
burguesa.
La victoria auténtica del proletariado,
la revolución socialista, siempre significa el establecimiento de
la dictadura del proletariado. Esta unión del proletariado con los
campesinos y otras capas de la sociedad no tiene otro contenido que la
necesidad para el proletariado del funcionamiento de esas capas aunque
solo dure un cierto período. Y tiene por objetivo la conservación
del conjunto de sus funciones que son necesarias para la existencia de
la sociedad.
La política del proletariado
respecto a otras clases y capas esta dictada plenamente por la necesidad
de estimular dentro de ellas una actividad socialmente útil; y esto
está relacionado con las formas organizadas prestadas del capitalismo
de antaño, en la medida en que esto es necesario para afianzar la
efectividad de estos estímulos. Pero simultáneamente, el
proletariado y su estado deben alentar esos estímulos rechazando
las formas obsoletas, rompiéndolas y dirigiendo el desarrollo de
todas las capas por los cauces socialistas.
En este sentido la definitiva expropiación
de los expropiadores tiene una importancia decisiva: destruye la dependencia
psicológica del individuo en su posición social con respecto
al capital, a la propiedad privada. Pero una vez iniciado, el proceso de
expropiación no debe cesar. Las relaciones mercancía-dinero
dan lugar inevitablemente a una tendencia al enriquecimiento, y esto significa
que la lucha contra estas tendencias, en todas sus variantes de existencia,
es inevitable. Una de las tareas más importantes es la de inculcar
la idea de que la riqueza personal, aunque se adquiera, no garantiza la
consolidación de la posición social, sino por el contrario,
su inestabilidad. Esta tendencia, naturalmente, entra en contradicción
con la construcción de la sociedad socialista porque establece la
mayoría de las más importantes relaciones sobre una base
completamente burguesa. Guardando aun esa relación burguesa, la
sociedad socialista no tiene ninguna intención de consolidar su
estabilidad; lo mismo que el proprio capitalismo no da ninguna garantía
contra la destrucción o la competición capitalista, etc.
Al mismo tiempo, la conservación de relaciones burguesas exige a
la sociedad socialista la elaboración de un plan de ataque contra
ellas.
Estas son las cuestiones más
complejas de la política interna de la dictadura del proletariado.
El movimiento del conjunto de la sociedad socialista hacia comunismo depende,
en una magnitud muy significativa, de que estas cuestiones se resuelvan
de forma correcta en cada paso histórico. Y, en primer lugar, esto
esta unido a la construcción de las relaciones con clases como la
de los campesinos y de estratos sociales como la intelectualidad.
Pero antes de que nosotros podamos
examinar la cuestión del campesinado, es completamente necesario
analizar las relaciones entre el proletariado y la intelectualidad.
¿Qué distingue a la intelectualidad,
mientras trabaja por contrato, de los obreros contratados?
La esencia económica de la diferencia,
nosotros ya la hemos establecido: la intelectualidad no vende su fuerza
de trabajo, vende su monopolio del conocimiento. Pero la frontera entre
el trabajo físico y el mental ha perdido desde hace mucho tiempo
su precisión anterior. Entonces, ¿cómo separamos nosotros
las actividades de los obreros de las de la intelectualidad en la práctica?
Permítannos coger la categoría
más precisa, el trabajo productivo.
El trabajo productivo es la creación,
con la ayuda de ciertos medios de producción y de ciertos métodos,
de cosas que, a efectos prácticos, son idénticas a otras
similares producidas en el pasado.
El trabajo productivo puede ser sencillo
o complejo; el trabajo más complejo exige mayores calificaciones
y habilidades más desarrolladas. Es precisamente el trabajo productivo
el que constituye el valor de una cosa dada. Es decir, el valor
de cualquier artículo es el mínimo trabajo social necesario
requerido para su producción con los métodos contemporáneos
y al nivel contemporáneo de desarrollo de las fuerzas productivas.
Prácticamente todo lo que la
humanidad consume en el aspecto material es el resultado de ese trabajo
productivo. Así el trabajo productivo posee un significado decisivo
para la existencia y la procreación de la humanidad.
El trabajo creativo, contrariamente
al productivo, aparece en forma de una amplia variedad de actividades que,
sin embargo, no están relacionadas con la producción directa
de las cosas. En este sentido, la creatividad, el aprendizaje de las habilidades
para el trabajo productivo consiste en la organización de la actividad
y en la creación de nuevas tecnologías; solamente es la importancia
social de estos tipos de trabajo lo que es diferente.
Aquéllos que viven de la retribución
por el trabajo creativo, incluso cierta categoría de personas que
realizan trabajo físico, entre ellos obreros, pero que son evaluados
y premiados sobre la base de sus capacidades para descubrir soluciones
tecnológicas únicas, no son proletarios. Ellos forman la
intelectualidad y éste es un estrato social particular.
El trabajo productivo es la maldición
de la humanidad. Día y noche la humanidad influye sobre el planeta.
Su trabajo tiene un solo objetivo; destruye una cosa, crea otra
y así realiza cambios en las condiciones de su propia existencia,
todo para asegurar los recursos para la satisfacción de sus necesidades.
El trabajo productivo, la producción
de los artículos de consumo, crea nuestra comida, la ropa, la vivienda,
la calefacción, la luz y todos los aportes materiales por medio
de los cuales nosotros satisfacemos nuestras necesidades espirituales;
el trabajo productivo crea las máquinas que se necesitan para fabricar
los artículos de el consumo, y así también otras máquinas
son necesarias para reproducir lo anterior. El trabajo productivo cambia
el mundo, por dentro y por fuera. Este trabajo crea un cambio en el valor
del planeta como fuente de subsistencia para toda la humanidad, teniendo
en cuenta el consumo y la producción. En un futuro no demasiado
lejano, precisamente esta situación, la producción, se convertirá
en la base de la economía política de la humanidad.
El trabajo productivo es la fuente
de la existencia de la humanidad, la base de la vida inteligente en la
tierra.
El género humano no quiere simplemente
existir, sino que desea vivir siempre mejor y mejor, y con este propósito
utiliza elrazonamiento, la conciencia que es una fuerza inmensa e ideal,
capaz de movilizar intencionada y coordinadamente todas las fuerzas físicas.
E impulsada por la historia, moviéndose de etapa en etapa, la humanidad
guía su esfuerzo interno para hacer el uso más razonado
de sus fuerzas físicas.
El trabajo creativo, cada vez más
organizado y enriquecido por la experiencia, se vuelve más activo
influyendo en el trabajo productivo, y de esta manera lo aligera y perfecciona.
También es verdad que un esfuerzo creativo importante se dirige
a lo contrario, a luchar por y en defensa de los intereses privados (tanto
si son individuales, de grupo o de una clase), atomizándose así
y anulándose en luchas banales. Liberar toda esta tremenda energía
creativa de esta lucha destructiva, y ponerla a trabajar en beneficio de
la sociedad, esto es lo que le interesa a la humanidad. Pero esto no puede
lograrse por medio de un utópico "acuerdo razonado", debe lograrse
destruyendo todos los intereses privados, lo cual es solo posible con la
subordinación del trabajo creativo a las tareas del trabajo productivo
y todo ello como una consecuencia de la dictadura proletaria. Y aquí,
por tanto, la clave, claro, no está en que toda la actividad creativa
se subordine al objetivo buscado de aliviar el trabajo productivo, sino
en que este objetivo, de forma más general, exprese el contenido
humanístico más alto de toda creatividad.
La tarea para toda la humanidad es
conseguir el entendimiento más completo de su inteligencia con su
fuerza; esto define las relaciones entre el proletariado y la intelectualidad,
el carácter del desarrollo de sus relaciones.
La intelectualidad como razonamiento
social concentrado, ha existido desde tiempo inmemorial. La esencia social
de la humanidad, eso que la separa del animal, está relacionada
con el razonamiento y la conciencia; así no es sorprendente que
la capacidad de algunas personas para generalizar los hechos y pensar abstractamente
sea lo que distingue a estas personas de la masa en general, y define su
posición particular en la sociedad. Esta posición particular
no ha sido ni será siempre la posición de ser mejores en
relación con los demás; esto simplemente los destaca de los
demás en todas sus relaciones con la sociedad.
Un gran período en la vida de
la sociedad humana, englobando varias formaciones sociales, se caracteriza
por el hecho de que la posición social de sus miembros está
directamente relacionada con su situación económica. Casi
para la duración completa de este periodo, el intelecto, la capacidad
de pensamiento abstracto, jugó un papel secundario, y fue sólo
en la última etapa, bajo formaciones socio-económicas capitalistas
que su situación cambió substancialmente. Y, lo que es más,
esto no era un reconocimiento directo de la importancia social del intelecto,
sino que sólo significó que ese intelecto había madurado
para ejercer una influencia activa sobre la posición económica.
El capitalismo fue rápido en detectar esto, y puso el intelecto
a su servicio. La intelectualidad se volvió un factor importante
en la lucha competitiva capitalista y efectivamente fue el objeto de esta
lucha.
El reconocimiento económico
del capitalismo, la competición creciente para la compra del razonamiento
y la revelación de sus secretos, ha creado un reconocimiento social,
el reconocimiento a través de la posición económica.
Este status secundario siempre había atormentado a la intelectualidad,
porque a los intelectuales les hubiera gustado una sociedad dónde
el intelecto se reconociera por sí mismo, dónde sería
considerado como propiedad social. Pero mientras la mayoría de la
intelectualidad sea incapaz de separar el reconocimiento social del económico,
se lanza a un sueño de fantasías utópicas, creyendo
tener el dominio de ambas, la mente y la materia. De hecho las mejores
mentes de la humanidad se han liberado de estos callejones sin salida del
eclecticismo y han entendido la relación entre esta contradicción
de ideas y materia y las contradicciones básicas de la sociedad
capitalista, reconociendo finalmente su lugar dentro de la sociedad. Esta
comprensión debe llevarles a colocarse en la posición de
clase del proletariado; pero esto no resuelve la cuestión para el
conjunto
de la intelectualidad. En la lucha por su reconocimiento, la intelectualidad
pierde el sentido de la solidaridad.
La lucha del proletariado y su activismo
social siempre atrae a su lado solo a un fragmento de la intelectualidad.
Algunos de repente consideran el poder
del proletariado como instrumento para lograr sus propios objetivos. Éstos
son los liberales que coquetean con el proletariado.
Otros llegan a las filas proletarias
como iguales entre iguales. Pero después esto se convierte en: "Nosotros
somos los más formados entre todos, y sobre nuestros hombros pesa
la responsabilidad de definir los objetivos y escoger los caminos". Estos
son los oportunistas consumados que utilizan el proletariado para sus propios
objetivos.
Los terceros escogen servir al proletariado
incondicionalmente. Para ayudar al proletariado a ser consciente de sus
propios objetivos, para encender, con la antorcha de la teoría,
el camino que tiene delante el proletariado, para que no se equivoque en
su elección; éstas son las tareas que se plantea esta parte
de la intelectualidad.
Con este último grupo el proletariado
puede marchar hacia sus conquistas.
¿Y después? Habiendo
establecido su hegemonía, el proletariado victorioso necesita la
actividad de toda la intelectualidad. Pero esto no puede producirse sin
pérdidas. Las llamas de la revolución encienden tendencias
hegemónicas en una parte de la intelectualidad y la incita a la
actividad. Esta fracción de la intelectualidad debe ser objeto del
terror proletario. Y claramente, el fragmento restante no tendrà
ninguna intención de trabajar gratuitamente para el proletariado
"porque sí".
El proletariado como clase, como único
dueño de los medios de producción, y esto significa como
un capitalista en sus relaciones con los otros estratos no-proletarios,
también debe actuar como un capitalista. Debe contratar a la intelectualidad
tanto como le sea necesario, y bajo condiciones, hasta donde sea posible,
en ningún caso peores que aquéllas que le ofrecía
la burguesía.
También puede contratar algún
fragmento de la burguesía, conservando aparentemente su situación
de privilegios capitalistas. El proletariado debe organizar racionalmente
todos los recursos creativos de la sociedad.
Como dictador, el proletariado debe
rechazar decididamente todas las condiciones burguesas que le impone la
intelectualidad para su reconocimiento político. El proletariado
asumiendo él mismo la defensa de los derechos humanos en sus relaciones
individuales con los estratos no-proletarios dentro de un estado proletario,
debe darles no más de lo que ellos aparentemente tienen derecho.
Todo esto, por supuesto, es consecuencia
de los intereses del proletariado. Todo esto provoca naturalmente una situación
indefinida, inestable de la intelectualidad en el terreno social. Cuanto
más claramente se revelan las semi-conquistas de la intelectualidad
en la revolución proletaria, más precisa y definidamente
la revolución indica el gran sinsentido de las esperanzas utópicas
de la intelectualidad.
Igual que las contradicciones en las
mentes de la intelectualidad son expresiones de las contradicciones del
capitalismo, bajo el socialismo deben revelarse con suma claridad, y hay
que obligar a la intelectualidad a volver a pensar sobre su sitio en la
sociedad y en la vida. Estas contradicciones deben empujar e incitar a
la intelectualidad al movimiento. ¿Pero hacia dónde?
El trabajo creativo es una necesidad
por todos los seres humanos. Cada uno sistematicamente se dirige a la actividad
creativa. Y cuando los resultados de esta creatividad adquieren una importancia
social, esta necesidad todavía se vuelve más imperiosa, porque
esto lleva a la persona a tener un peso social importante.
El trabajo productivo es una necesidad.
Se tiene conciencia de él como de una necesidad social y sólo
se da cuando cada uno tiene conciencia de su participación en la
sociedad y de la necesidad de esa participación. Es necesario que
la intelectualidad tome conciencia de esto pero solo puede entenderlo sintiendo
que la posición social de la clase obrera es más alta que
la suya propia y que la diferencia no se le puede compensar a la intelectualidad
recibiendo bienes materiales.
Es imposible acelerar este proceso
a través de la presión económica, aunque las autoridades
proletarias siempre tienen esta posibilidad disponible. El proletariado,
bajo todas las condiciones, permanece una clase abierta, en esto consiste
su mérito, y asume riesgos concretos.
Presionando a la intelectualidad, el
proletariado puede obligarla a unirse a sus propias filas; y se quedaría
sin intelectualidad, como un hombre ciego sin guía. Es por ello
que es necesario hablar a la intelectualidad con el lenguaje de los privilegios
burgueses. Sin embargo el proletariado no puede mantener siempre semejante
situación. ¿Qué debe contraponerse a ello?
El proletariado debe promover su propia
intelectualidad. La cuestión aquí no es ciertamente que
ésta deba ser una intelectualidad de origen proletario, sino que
esta intelectualidad debe proporcionar a la sociedad su trabajo gratuito,
sin ningún estímulo económico; sólo satisfaciéndose
con el reconocimiento social y los bienes debe recibirlos de su propio
trabajo productivo. Si esto no puede ser un compromiso para toda la vida,
entonces que sea para un periodo determinado, después del cual esta
intelectualidad puede, si lo desea, ocupar la posición de la intelectualidad
burguesa, perdiendo sus privilegios sociales y adquiriendo otros económicos.
Pero que conserve la nostalgia y el respeto hacia sus hermanos de clase.
Y entonces la efectividad creciente
de la producción, que conduce a la disminución de la cantidad
de trabajo productivo, junto con el crecimiento del bienestar material
del proletariado completará estos principios y la nueva intelectualidad,
en general, no deseará romper sus vínculos con el proletariado
y con el trabajo productivo. La intelectualidad entonces dejará
de existir como un grupo social, el intelecto se convertirá por
completo en una propiedad del proletariado y el trabajo creativo se hará
según las capacidades de cada uno. Es razonable que esto ocurra
cuando el propio proletariado sienta la necesidad de efectuar un trabajo
creativo.
Ahora que la tendencia en el desarrollo
de relaciones entre el proletariado y la intelectualidad se ha descrito
con la claridad suficiente, es más fácil plantear la orientación
en las relaciones con el campesinado.
Viéndolo desde fuera el trabajo
del campesinado parece tener un contenido productivo. Claro, arar, sembrar,
desyerbar, segar, abonar y regar, es trabajo de un carácter completamente
productivo. Pero todo esto debe hacerse en un momento apropiado y en una
extensión apropiada. Y deben determinarse el tiempo y la extensión
dependiendo de las fluctuaciones en las condiciones meteorológicas,
y éste es un trabajo completamente creativo. La agricultura tiene
relación con la naturaleza viviente, y siempre debe, creativamente,
seguir sus exigencias y acatarlas. Es mucho más difícil separar
el trabajo creativo del productivo en este caso que para la producción
industrial.
Pero no queda mas remedio. Aquí
también, el trabajo creativo debe separarse del trabajo productivo,
pues sólo en la separación se puede discernir su alcance
social que es esencial en la nueva sociedad.
El desarrollo de la agronomía
y de la zootecnia, con la industrialización máxima de la
agricultura, lleva a la liberación más completa de la necesidad
de creatividad individual y la separación más delimitada
entre la intelectualidad agrícola y el proletariado agrícola;
ésta es la dirección que deben seguir los esfuerzos proletarios.
Y, aunque es obvio que la separación del trabajo creativo y su retorno
al proletariado podrá ser expresado aquí mas claramente,
comparado con la industria, todavía ningún sector de la producción
podrá pasarse sin él.
La separación bien delimitada
entre el proletariado agrícola y la intelectualidad agrícola
y su fusión con el proletariado industrial también puede
sugerir nuevas formas de trabajo productivo, tomando en consideración
el trabajo continuo de la industria y el carácter estacional del
trabajo de la agricultura. Pero independiente de esto, la industrialización
de la agricultura sigue siendo una de las tareas más importantes
del proletariado industrial, de la dictadura del proletariado, porque sin
ella las limitaciones económicas no pueden superarse, ni se logrará
el nivel general de efectividad de la producción que puede resolver
completamente los problemas económicos de la sociedad. Esto es así
porque las tareas técnicas y económicas del proletariado
en relación con el campo coinciden en su dirección fundamental.
Aquí es particularmente importante que, aunque la carrera técnica
de la industrialización, por supuesto, tiene una importancia enorme,
no debe esconder las tareas políticas. Incluso en la búsqueda
de soluciones técnicas, sin la atención seria a las tareas
políticas, las tradiciones antiguas no se superarán, y esto
significa que las divisiones entre el campo y la ciudad no han sido eliminadas.
La ciudad debe llevar a la agricultura, con toda la precisión posible,
su pensamiento industrial, liberando así, de las estratificaciones
feudales y burguesas, la atracción natural de la humanidad hacia
la tierra.
Quiere decir esto que las tareas del
proletariado, respecto al campesinado y a la intelectualidad, son continuación
de la lucha de clases que proviene de la sociedad capitalista?
Sí, pero no es aquí donde
nosotros debemos buscar el punto central. El proletariado lleva lo esencial
de su lucha contra la burguesía hasta el límite de la revolución
socialista. Esta contradicción básica debe verse en la perspectiva
siguiente: por un lado, la colectividad, la aspiración colectivista
del proletariado, y por otro, el individualismo extremo encarnado por la
burguesía en los privilegios económicos de la propiedad privada
y en el establecimiento de una dependencia directa entre la posición
social y la posición económica. No obstante la sociedad capitalista
no sólo produce aspiraciones individualistas para el privilegio
social en la burguesía, sino también en todos los estratos
y clases de la sociedad. Y el proletariado, habiendo liquidado la burguesía
como clase, y la propiedad privada como fundamento del privilegio económico
que sirve como base para la adquisición de muchos privilegios sociales,
no puede eliminar completamente todas las aspiraciones a los privilegios
individuales; dado que toda la sociedad, incluso sin la burguesía,
hasta las propias masas proletarias están penetradas hasta la médula
de tales aspiraciones.
La contradicción principal del
socialismo se convierte en la contradicción entre el individuo y
la sociedad. La esencia de la contradicción es que el individuo,
en oposición a los intereses de la sociedad, pugna por la conquista
de algún privilegio individual, se esfuerza por recibir de la sociedad
más de lo que él le ha dado. Pero entonces el lado retrógrado,
moribundo de la contradicción surge del individuo, de cada miembro
de la sociedad, considerando que el lado avanzado viene de la sociedad
y está relacionado con la colectividad, con los intereses de la
clase proletaria. Todavía ninguno de los dos lados opuestos podrá
ser eliminado en esta lucha, esto significaría el suicidio social.
Es más, la sociedad, el proletariado,
no pueden resolver sus problemas económicos sin estimular la actividad
de sus miembros a través del ofrecimiento de ciertos privilegios.
Esto respalda la lucha individual por los privilegios y no permite que
se extingan. La sociedad debe proporcionar mayores privilegios allí
dónde se deciden los problemas más importantes de una etapa
histórica concreta. El ofrecimiento de privilegios permite la solución
eficaz de problemas, pero, simultáneamente, la sociedad busca otras
soluciones colectivas a tales problemas y las encuentra. Así se
crea la negación de los privilegios anteriores dentro de la sociedad.
En el curso del desarrollo social,
las normas de este desarrollo producen una concentración de privilegios
en ciertos estratos. Y cuando la sociedad descubre soluciones alternativas
a estos problemas, inevitablemente opta por la liquidación de esos
privilegios anteriores. Entonces es cuando se enciende una nueva llamarada
de la lucha social, dónde la fracción que esta defendiendo
sus privilegios en realidad esta defendiendo su derecho burgués
sobre los privilegios, es decir participan como sucesores de la causa burguesa
en esta continuación de la batalla de clases.
El surgimiento de tales agravaciones
en la lucha de clases es inevitable en todos los caminos del capitalismo
hacia el comunismo, y superando la resistencia de los estratos privilegiados,
debe haber una revolución ininterrumpida que exclusivamente pueda
llevar al desarrollo de la conciencia comunista. Naturalmente, es sólo
la dictadura del proletariado, la dictadura de una clase abierta que proporciona
los privilegios de forma igual a todos (o la ausencia total de estos) la
que puede garantizar que se enfrentará a todos los obstáculos
de forma consistente a lo largo del camino del movimiento social, mediante
un esfuerzo inquebrantable hacia la victoria en todos los campos de la
lucha.
_______________________
La historia nos enseñó
a luchar por la dictadura del proletariado y conseguirla. La historia también
nos enseña a extraer las lecciones de la derrota. Donde los capitalistas
no pueden hacer frente al proletariado con el poder de sus armas, ellos
se ocultan, intentando crecer de nuevo, aferrándose a los privilegios
más pequeños. Engañando y embaucando a los obreros,
intentan recobrar todo lo que han perdido. El proletariado no debe esperar
que tales personas y fuerzas puedan salvarlos del renacimiento del capitalismo.
Sólo su propia vigilancia puede servir como garantía. El
proletariado no debe poner su fe en sus mejores representantes, para que
ellos separándose de la clase, empiecen a actuar de acuerdo con
sus propios intereses individuales. El proletariado no puede confiar ni
siquiera en su propio partido cuando este coge el poder; el poder es un
privilegio con el que sólo el propio proletariado no podrá
corromperse y aburguesarse. Sólo la vigilancia permanente de toda
la clase, actuando en defensa de sus derechos y privilegios, si es necesario
con las armas en la mano, y sólo con el continuo control de la clase
sobre todos los procesos sociales, sólo el entusiasmo eterno y la
iniciativa de las organizaciones proletarias puede asegurar la hegemonía
del proletariado. Es por ello que, sin retirar la consigna de la unidad
de los proletarios de todos los países, nosotros proclamamos que
la consigna importante de nuestro tiempo es: