La batalla del proletariado
contra la supremacía de la burguesía ha sido objeto de atención
por parte de las mentes más brillantes de la humanidad. Su
trabajo no fue en vano. Esto acercó más la victoria de la
revolución proletaria.
Burgueses y proletarios... El tiempo
que ha pasado desde la Gran Revolución de Octubre, permite yexige
el análisis de las relaciones entre las dos clases sociales más
importantes, las dos ideologías opuestas desde
la perspectiva
del proletariado victorioso.
Surgen dos problemas con esta cuestión.
En primer lugar, en la sociedad capitalista,
la burguesía, a pesar del hecho de que roba del proletariado, cumple
unas funciones sociales definidas. Para ajustar cuentas a la burguesía,
el proletariado debe cargar sobre sí mismo con todo el peso de estas
funciones: ordenar de nuevo completamente este legado, desechar todo lo
que asegura la existencia únicamente de la burguesía y sus
actividades especificas, diferenciando las funciones que son inevitables
incluso en una sociedad donde no exista la propiedad privada y poniendo
orden en su cumplimiento. Todo esto no es tarea fácil.
En segundo lugar el proletariado no
surge de la revolución proletaria, limpio, renovado y preparado
para el comunismo. Arrastra consigo toda la mentalidad y su visión
del mundo recibidos en una sociedad capitalista y burguesa; está
completamente impregnado de preocupaciones por su bienestar material
personal; todavía piensa conforme a las categorías de mercado,
productos y fuerza de trabajo, e incluso cree que no puede ser de otra
manera. ¿Cómo puede encontrar fuerzas para superar esto,
y cómo puede ser ayudado?
Durante un tiempo, la sociedad capitalista
resolvió casi espontáneamente sus problemas. Pero el capitalismo
no es eterno y no puede solucionar los problemas que origina y que cada
vez son más agudos. El desarrollo de la crisis general del capitalismo
(que crece cada día sin parar) empuja a la burguesía a volverse
cada vez más organizada, lo cual entra en directa contradicción
con su esencia individualista. Las contradicciones internas de la burguesía
organizada aparecen, cada vez más claramente, en el rápido
incremento de la corrupción y de todo tipo de crímenes, incluso
en los ambientes más burgueses. Sin embargo, solo lo que es necesario
para la preservación de las relaciones de producción capitalistas,
es decir la base de la sociedad capitalista, es lo que preocupa al capitalismo
por ahora.
Los intereses naturales de la burguesía
juegan un papel decisivo en la organización de la sociedad capitalista.
Los burgueses subordinan y coordinan los intereses de todos los estratos
de la sociedad, incluidos los intereses individualistas de los obreros.
Solamente los intereses del proletariado revolucionario organizado son
capaces de oponerse a sus designios. Por otra parte la burguesía
se muestra intrépida asumiendo ella misma todo el peso de organizar
la producción y la sociedad; se adjudica atrevidamente poderes dictatoriales
plenos y así ejerce su dictadura.
Motivada por el afán de acumulación
de capital, que es la ley del máximo beneficio, la burguesía,
para lograr sus objetivos, necesita dirigir las relaciones sociales por
la senda adecuada para ello, es decir, el camino hacia el establecimiento
de una serie de funciones concretas que reajusten las relaciones sociales.
Así la sociedad puede ser aglutinada en torno a un sistema
concreto de relaciones, pero se obtiene al precio de un esfuerzo considerable.
Las funciones básicas más
importantes son:
la organización de la producción;
el desarrollo de la producción;
la distribución de bienes;
la normativa de relaciones entre los miembros
de la sociedad;
la regulación del desarrollo de
organizaciones sociales y sus relaciones con la sociedad.
La burguesía también se
ocupa de otros asuntos: demostrar su competitividad, luchar en la esfera
política, etc. Estos son los quehaceres propios de la burguesía;
aunque también lo son las funciones enumeradas anteriormente y cuya
resolución es inevitable incluso en una sociedad socialista.
La capacidad productiva capitalista
ha resistido históricamente porque el éxito de la burguesía
en satisfacer los intereses de prácticamente todas las capas de
la sociedad está condicionado por la satisfacción de sus
propios intereses. Nosotros no deberíamos atribuir ningún
gran mérito intelectual a la burguesía en esta operación.
Ellos no crearon conscientemente esta situación en la sociedad,
sino que surgió espontáneamente determinada por una ley objetiva
que englobalas diferentes estrategias individuales de la burguesía.
La cuestión es que esta fase final del desarrollo espontáneo
de la sociedad humana, en la cual los intereses colectivos surgen como
reemplazo de los intereses individuales y no como la suma de ellos, no
puede organizarse de ninguna otra manera que no sea basándose a
la teoría materialista revolucionaria, en base a la realización
social de tareas sociales.
Es relativamente más fácil
de clarificar cómo una sociedad sin clases manejará estos
problemas, superando activamente todas las tendencias individualistas,
con espíritu de unidad, dando vida a su voluntad colectiva. Aun
saliendo victorioso de la batalla contra la burguesía, el proletariado
está lejos de ser capaz de desprenderse completamente de las características
heredadas de la sociedad capitalista. Ante él todavía hay
un prolongado trabajo de autoeducación y de liberación de
su propia conciencia en el camino históricamente entretejido de
individualismo burgués.
Este período en la vida del
proletariado es sumamente complicado y peligroso. Las tendencias individualistas,
profundamente arraigadas en el proletariado, incluso en el ambiente más
proletario, continúan irrumpiendo en la actividad y en la lucha
para la adquisición de privilegios (privados) burgueses; y la instauración
de formas camufladas de propiedad privada en esta peculiar situación
social, originan parcelas personales etc. Si existe espacio para
ellas en el tejido social, tales tendencias crearán y formarán
inevitablemente una nueva burguesía.
El peligro se intensifica más
porque el estado proletario está obligado a atraer el lado individualista
de la conciencia de los miembros de la sociedad. El capitalismo elabora
las habilidades y los métodos de trabajo pero no inculca
el deseo de trabajar. Por consiguiente para involucrar a los miembros de
la sociedad en el proceso de producción, el estado proletario tiene
que utilizar los estímulos burgueses; esto significa satisfacer
los intereses individuales y lo que es más, conservarlos, incluso
estimular su desarrollo.
Poniendo en marcha su dictadura, el
proletariado no puede evitar la utilización de una serie de funciones
con fundamentos burgueses; la sociedad en su conjunto no está
preparada para realizarse de otra manera. Pero al mismo tiempo, mantener
el control proletario de clase es completamente esencial; o, de
lo contrario, si ese control se vuelve la prerrogativa de cualquier individuo
o grupo, no controlado en su acción por el conjunto de la clase,
la aplicación de la dictadura será el asunto de este grupo,
y adquirirá un carácter privado, es decir burgués,
que significará la pérdida de la dictadura proletaria.
El proletariado no debe hacerse ilusiones
sobre la consolidación jurídica y constitucional de su derecho
a ejercer el mando de las funciones sociales más importantes. El
derecho genuino, en sus raíces, siempre obedece, no a lo jurídico,
sino a una ley objetiva que actúa en la sociedad. No es por casualidad
que en los países democrático- burgueses, los gobiernos,
elegidos en una sociedad dónde la mayoría absoluta está
compuesta de obreros, inevitablemente constituyen la dictadura
de la burguesía.
El proletariado no puede confiar en
la fidelidad y la honestidad de sus mejores representantes cuando
estos ocupan posiciones claves: allí donde la clase está
enfrentándosea las diferentes circunstancias que van surgiendo,
las actividades de cada uno de los representantes pueden estar fuera de
control. Y allí donde el control sobre la actividad de los representantes
se refuerza a través de su revocación, por voluntad de la
clase, tales revocaciones deben ser garantizadas no sólo por ley,
sino también por el funcionamiento de los procesos sociales naturales,
ya que de lo contrario, se volverá una ficción.
El proletariado para comprender su
objetivo histórico, que es el desarrollo de una sociedad comunista
sin clases, no sólo necesita la toma del poder sino también
el mantener su propia dictadura durante todo el proceso de desarrollo.
Y para esto es completamente esencial que el proletariado comprenda: en
primer lugar, que los puntos claves del sistema social deben estar
bajo su dominio de clase;
en segundo lugar, que el método
para ejercerlo, son esas leyes objetivas del desarrollo social que garantizan
la realización de ese control; y en tercer lugar,
el proletariado también debe dominar esas leyes sociales, cuyo uso
le permitiría, tomando consciencia de su propia fuerza, restablecer
su control aunque estuviera debilitado o lo hubiera perdido. El poder del
proletariado organizado aparece así como una garantía fiable
para todas sus tareas; pero sólo si no pierde el sentido claro de
su finalidad, es decir el objetivo del comunismo.
El proletariado debe ser capaz de llevar
a cabo su dictadura. Esta no surge espontáneamente, al contrario,
cualquier espontaneidad lleva a la degradación, a la descomposición
burguesa. Sólo la más alta organización del esfuerzo
espontáneo del proletariado hacia la resolución colectiva
de los problemas sociales, junto con el conocimiento y el desarrollo continuo
de la teoría revolucionaria, pueden dar al proletariado el derecho
a dirigir la sociedad.
El proletariado debe empezar su dominación
con el estudio de la experiencia de su enemigo de clase, la burguesía,
viendo las posibilidades sociales para la realización consecuente
de su dictadura.
La burguesía empezó con
la organización de la producción. Solamente cogiendo para
si misma la combinación del trabajo con los medios de producción,
la burguesía obtuvo la posibilidad de apropiarse de la producción
excedente. La división del trabajo, el desarrollo de nuevas tecnologías
y la mayor especialización, todo ello garantizó su victoria
sobre el modo anterior de producción.
Así, en la primera etapa,
todo fue decidido por la organización del poder del capital. La
acumulación capitalista, encarna el objetivo del capitalista, le
obliga simultáneamente a buscar los medios para incrementar la productividad
del trabajo, ayudando a resolver el problema de la acumulación de
capital.
En la segunda etapa, la competenciaentre
los mismos capitalistas resulta determinante: es la batalla por hacerse
con el mercado. En esta lucha solo pueden resultar victoriososaquéllos
que consiguen la productividad más alta, los que tienen la producción
más perfeccionada y los que ofrecen la mercancía al precio
más bajo. En esta fase la ley del máximo beneficio se manifiesta
como la ley económica fundamental del capitalismo. El máximo
beneficio, es el elemento fundamental para la oportuna reestructuración
de la producción y en su momento y en cada una de las reestructuraciones,
recoge los superbeneficios que provienen del monopolio temporal de una
tecnología cada vez más perfeccionada.
Después de lo cual, la tercera
etapa se alcanza cuando más adelante la perfección tecnológica
requiere de una investigación prolongada, y de una inversión
mayor, y se vincula a una reestructuración cada vez más larga.
El riesgo para el capitalista individual aumenta inmensamente; al empezar
semejante reestructuración profunda, él no tiene ninguna
garantía de que mañana uno de sus competidores no vaya a
producir una tecnología más perfecta, más revolucionaria,
que requiera una reestructuración menos prolongada y una inversión
más pequeña. El buscar esta garantía provoca la
unión de capitales, la monopolización de las ramas de producción,
y da al capitalismo un carácter monopolista.
Y más tarde, en la cuarta
etapa, el capitalismo llega a un punto muerto, justo antes de una era de
inmensos cambios tecnológicos. Estos cambios futuros exigen una
estrategia general, suprimiendo las barreras entre las ramas de
producción, pero el capitalismo no tiene prevista esta reestructuración.
El capitalismo no puede llevar a cabo una investigación tan complicada
porque sería imposible guardar el secreto industrial sin el cual
el monopolio desaparecería, produciéndose un desembolso inútil
de dinero. Lo máximo que el capitalismo puede lograr es confiar
tal investigación a una organización estatal o inter-estatal.
(las más altas formas de unidad capitalista.) Pero el estado burgués,
estando en condiciones de dirigir la investigación hacia problemas
complicados, no tiene absolutamente ninguna intención de hacer esto
en el terreno del aumento de la efectividad de la producción, porque
de esto sólo podría surgir la intensificación de contradicciones
sociales. En este punto, dicho sea de paso, se origina la crisis tecnológica,
es decir el lado tecnológico de la crisis general del capitalismo.
¿Qué puede extraerse
de la historia del capitalismo?
El capitalismo surge en una sociedad
dónde ya existe una idea altamente desarrollada de la propiedad,
y dónde la propiedad ya aparece como la más importante afirmación
del individuo en la sociedad, completando al mismo tiempo el desarrollo
de la idea de la propiedad privada en la conciencia social, llevándola
al límite.
Como corresponde a su propia naturaleza,
el capitalismo persigue sólo un objetivo, la acumulación,
la extensión de la propiedad privada. Pero la propiedad privada
interesa a la burguesía de una manera absolutamente definida, en
forma de capital. Sólo la propiedad privada de los medios de producción
da la posibilidad de apropiarse de un valor recientemente creado
en forma de excedente de producción, que es lo que asegura la acumulación.
La continua expansión acompaña
el crecimiento del capital, conduciendo al aumento de la competitividad,
y a la agudización de la lucha tanto en el mercado de los productos
como en el mercado de la fuerza de trabajo. La lucha por el monopolio de
la propiedad de técnicas de producción altamente productivas
acelera el progreso técnico; con el tiempo, la destrucción
de estos monopolios temporales en el curso de la competición, hace
que los resultados de esta adquisición técnica sean accesibles
al conjunto de la sociedad.
Pero las posibilidades de expansión
son limitadas. Su desarrollo ulterior requiere cada vez mayores concentraciones
de capital. El capitalismo se vuelve monopolista, y se burla de la lucha
competitiva. La consecuencia es que los éxitos del progreso tecnológico
ya no se pueden desvelar a toda la sociedad porque están protegidos
por la monopolización de las ramas de producción. En las
condiciones de un capitalismo monopolista, el progreso técnico pierde
su decisiva importancia, dado que la burguesía tiene la posibilidad
de mantener sus ganancias por otros medios. Así, la burguesía
deja de jugar un papel avanzado en el desarrollo social.
No es difícil ver que el ritmo
del desarrollo en la sociedad capitalista esta dictado por los intereses
de la burguesía. Ni es difícil de entender que la
posibilidad del control burgués del desarrollo de sus propios intereses
radica en la propiedad de los medios de producción, en la propiedad
privada.
¿Pero cómo, a través
de qué caminos, la burguesía realiza sus posibilidades?
Los conocimientos abstractos de la
humanidad van pararalelos al desarrollo de sus habilidades constructivas.
De vez en cuando se enriquece por la práctica de descubrimientos
completamente nuevos. Pero la burguesía no solo ha atraído,
organizado y multiplicado el ejército de los intelectuales, sino
que también lo ha puesto al servicio del capital. La burguesía
apremia a la intelectualidad para que se preocupe por la organización
y la mejora de la producción, atrayéndola hacia la investigación
científica aplicada. Este factor es el origen de muchos de los éxitos
del capitalismo, y por esto es necesario aclarar sus causas de fondo, la
esencia fundamental del capitalismo.
Los primeros pasos del capitalismo
están firmemente vinculados a la división del trabajo. Hablando
de esto, simplemente nos referimos a la división del proceso de
producción en operaciones individuales, y estos métodos nuevos
permiten el uso de mano de obra menos cualificada, y además esta
reducción del tiempo requerido para la adquisición de habilidades
esenciales supone una ventaja decisiva para el capitalista ya que este
es un aspecto esencial que no se ve. Y este aspecto esencial consiste en
la combinación de funcionamientos individuales en un solo proceso
de producción que fue separada del resto del proceso de trabajo;
de esta manera fue posible dividir estas funciones entre categorías
individuales de obreros, romper el eslabón entre ellos y enfrentar
a los organizadores de la producción con los productores inmediatos.
El resultado de esto fue la sobrecarga de trabajo para unos, mientras que
los otros fueron liberados para ocuparse solamente de mejorar la productividad.
La clave consiste simplemente en esta separación, aunque
históricamente no fue la primera división de una naturaleza
similar. Su particular carácter había obligado a la humanidad
a adquirir un nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en las diferentes
épocas históricas.
La corporación entre los artesanos
y su agrupación en los talleres estimuló la intensificación
del trabajo, pero no ayudó a la difusión de métodos
avanzados de trabajo, incluso dentro de los límites del taller.
Al contrario, cada miembro del taller tenía interés en conservar
sus secretos. Esto detuvo el desarrollo de la producción; para el
desarrollo ulterior se necesitaron nuevos estímulos que se crearon
con la división del trabajo.
La separación de los organizadores
de la producción distinguiéndolos como una categoría
particular de obreros, acompañó y fortaleció la formación
de los sistemas para la distribución de bienes, y estimuló
sus actividades en aras a incrementar la productividad del trabajo en la
producción inmediata.
El maestro del taller, anteriormente
productor inmediato, se hizo responsable de la producción
y ya no tomó parte en ella; pero seguía interesado en que
todos los productores subordinados a él dominasen mejor los métodos
más productivos de trabajo, de manera que fuera mayor el valor
de su trabajo expresado en el producto final.
Así el maestro continuó
también interesado en conservar sus conocimientos sobre la organización,
los secretos de la producción y el crecimiento de un círculo
cada vez más amplio de productores subordinados a él. El
conocimiento de este monopolio amenazó con reducir el valor del
producto resultante. Pero primero él debía enseñar
sus conocimientos a los productores. Y segundo, el maestro se encontró
en una situación completamente diferente a la de los demás.
El maestro-dueño, el
maestro-capitalista, al poseer los medios de producción, se esforzó
abiertamente por vender su producto al más alto precio; a un precio
que incluye no sólo el trabajo esencial realizado por los productores,
sino también un superbeneficio que se origina de su monopolio del
conocimiento organizativo y técnico.
El maestro contratado, el maestro que
organiza la producción que pertenece a otro dueño, también
se esforzó por aumentar al máximo el beneficio obtenido de
su monopolio de conocimientos. Por otro lado, el dueño se esforzó
por aumentar al máximo su parte de ganancias y en sus relaciones
con el maestro contratado se guió claramente por ese criterio. Por
consiguiente, para el maestro contratado, su porción de bienes se
definió dependiendo de la magnitud de los superbeneficios recibidos
por el dueño; el capitalista sólo estimuló el interés
del maestro por el aumento de los superbeneficios que son apropiados por
el capitalista.
El maestro-capitalista y el maestro-contratado
se han separado de forma drástica. El capitalista no necesitó
por más tiempo poseer un monopolio de conocimiento propio, sino
que compró este conocimiento, pagándolo con una parte del
superbeneficio obtenido. Apropiándose del excedente de producción
y de una parte del superbeneficio, el capitalista garantizó su existencia
en el mundo de la lucha competitiva.
El maestro contratado fue obligado
a vender sus conocimientos al capitalista, sus capacidades y su potencial
creativo bajo las condiciones de la lucha competitiva dónde las
medidas y criterios aplicados no servían a sus intereses, sino siempre
a los superbeneficios del capitalista.
El capitalista estaba dispuesto a pagar
por cualquier conocimiento, invención, descubrimiento, método
eficaz de preparación de las materias primas, técnica de
marketing, métodos de organización o tecnología de
la producción, por cualquier género ideal, y portanto
tiempo como le proporcionaran superbeneficios. Todo esto ayudó
a la formación de una capa particular de la sociedad, la intelectualidad,
cuya función específica consistió en desarrollar continuamente
el conocimiento organizativo de los capitalistas.
El aumento en la productividad del
trabajo era y sigue siendo el método fundamental para la creación
de superbeneficios. Sería un error suponer que incrementando la
productividad se incrementa la ganancia inmediata del capitalista, permitiéndole
apropiarse de la mayor parte del excedente de producción. De hecho,
tal redistribución sólo es posible porque el producto resultante,
basándose en su valor, excede a la cantidad de trabajo realmente
materializada en él; pero esto se incrementa porque dicho capitalista
tiene una ventaja precisa en los métodos de trabajo, es decir posee
un monopolio concreto de estos métodos. La ruptura de este monopolio
conduce a la pérdida de valor del producto resultante y a la disminución
de los superbeneficios del capitalista, aunque él por supuesto
continua recibiendo beneficios.
Esto es importante de recordar para
entender que el trabajo de la intelectualidad -el trabajo ideal, creativo-
no crea ganancia ni la incrementa. Toda ganancia se crea exclusivamente
por el trabajo de los obreros. Sin embargo, la intelectualidad proporciona
claramente un aumento de la efectividad de la producción en un sentido
bien determinado, es decir el incremento "in natura" (real) del producto
resultante. En la burguesía este hecho no proporciona satisfacción,
sino que preocupa, ya que amenaza con provocar una crisis de superproducción.
Pero el burgués no quiere quedar fuera de la carrera por el máximo
beneficio, o para lograr superbeneficios añadidos y, por
consiguiente, no puede oponerse a este proceso.
Así, estimulando por etapas
la productividad a través de su intensificación, (pagando
por la mano de obra) y elevando la productividad del trabajo a través
de mejorar la organización, (pagando por el trabajo creativo de
la intelectualidad) el capitalista emprende la lucha por conseguir el máximo
beneficio, que está compuesto por la plusvalía y los superbeneficios
originados por la actividad de la intelectualidad.
La burguesía no crea nada con
sus propias manos, logra sus objetivos ordenando las actividades de otros.
Es el trabajo del proletariado el que crea el capital para la burguesía.
Los organizadores de la producción se ocupan de aumentar al más
alto nivel la parte de trabajo apropiado por la burguesía. La intelectualidad
creativa produce invenciones para que la burguesía pueda extraer
sus superbeneficios. Y todo esto porque la burguesía tiene en sus
manos una obligación social, la distribución del trabajo
y de los bienes materiales.
No, la burguesía no es omnipotente
en esta cuestión, sus posibilidades están limitadas por las
leyes objetivas de la sociedad capitalista. Pero el capitalista conoce
estas leyes claramente y no pierde ninguna oportunidad para aprovecharse
de ellas.
A través de la subasta competitiva
en el mercado de la mano de obra, el capitalista obtiene la fuerza de trabajo,
pero solo la fuerza de trabajo de la que, según la calificación,
edad, y otras capacidades pueda extraer la mayor cantidad de productoexcedente,
bajo las condiciones de la competencia.
El capitalista sólo contrata
a organizadores de la producción, en número necesario, para
que ellos se preocupen por incrementar la productividad del trabajo y así
aumentar al máximo sus superbeneficios. El capitalista también
contrata a juristas, especialistas en asuntos comerciales y otros empleados
para que se preocupen por sus superbeneficios, pero éstos ya están
fuera de la esfera de la producción.
El capitalista financia la investigación
científica y la creatividad técnica, pero sólo como
un adelanto de los superbeneficios que le proporcionarán la propiedad
del monopolio de nuevos logros y el nuevo conocimiento.
Así el capitalista efectúa
la distribución cuantitativa de los beneficios en forma de salarios.
El capitalista participa en el aumento
de los beneficios producidos para toda la sociedad, eligiendo la dirección
del desarrollo de la producción, su orientación hacia la
creación de ciertas mercancías concretas, (y esto lo hace
siempre el capitalista), confiando en el análisis de las condiciones
del mercado y de las previsiones de la producción realizadas por
los especialistas contratados. En cuanto el capitalista coge un vacío
en el mercado existente, necesariamente debe tener en cuenta la
demanda social y debe intentar satisfacerla.
Y cuando al final, el capitalista ha
dirigido la distribución de bienes, resulta que la distribución
del trabajo también ha sido decidida ya. Se decidió cuántos
y qué especialistas necesitaba el capitalista, qué puestos
de trabajo tendrían los obreros y en que se empleaba a la intelectualidad.
El capitalista de ninguna manera piensa separar estas cuestiones: aquéllos
que traen las ganancias reciben los bienes. En cuanto al resto, el capitalista
no tiene problemas, porque mientras cada uno se esfuerza por aumentar la
cantidad de bienes para sí mismo, proporciona un aumento
en las ganancias para el capitalista y hay una coincidencia de intereses.
Desde luego existen contradicciones
de clase en el mundo; cuando el proletariado se organiza mejor para la
lucha, el capitalista no puede resolver sus problemas de una manera unilateral,
sin el apoyo de otras fuerzas. Para manejar la sociedad según los
intereses de la propiedad privada, la burguesía debe dirigir el
movimiento social simplemente por aquellos cauces dónde puede poner
sus presas y diques. Este cauce es el de la propiedad privada, y en la
orilla están sus bancos con toda la suma de las relaciones sociales
del mundo capitalista, y en primer lugar, el poder de sus organizaciones,
moldeando y apoyando esas relaciones. La mayor de estas organizaciones
es el estado burgués con sus numerosos medios de control sobre la
sociedad.
El poder estatal, en la mayoría
de los países capitalistas, se basa en principios muy democráticos.
Esto no le impide sin embargo, seguir siendo la dictadura de la burguesía.
El derecho de voto apenas asusta a la burguesía, incluso
en condiciones dónde el proletariado industrial constituye una parte
grande de la población. ¿Por qué a un puñado
de capitalistas le es completamente indiferente el desenlace de
la lucha por el poder?
Porque, en la lucha por el poder, prevalece
la fuerza, no la cantidad. Y la fórmula para la fuerza en la sociedad
tiene una forma simple: cantidad más organización.
Uniéndose en partidos políticos, comprando prácticamente
toda la parte intelectualmente desarrollada de la sociedad, disponiendo
del poder de organización de los medios de comunicación de
masas, financiando diversos grupos y campañas determinadas,
la burguesía no sólo moldea la opinión social hasta
conseguir su apoyo, sino que reprime, ahoga y atenúa en un estruendo
general todaslas voces de las ideologías que se atreven a contradecirla.
Las capacidades de organización de la riqueza, del dinero y de la
propiedad,
es lo que ayuda a la burguesía, no sólo en la reproducción
del capital, sino también en la remodelación ideológica
de la sociedad.
A través de su avaricia natural,
la burguesía se equivoca -y en el futuro continuará haciéndolo-,
en esos momentos en que la organización del proletariado y en general
de las fuerzas de la izquierda alcanza niveles peligrosos para ella, como
fue el caso, por ejemplo, de Chile en 1970. Pero aun así no todo
está perdido para ella. Si bajo condiciones "democráticas"
normales, la burguesía prefiere tratar con el proletariado, gastando
una mínima parte de sus beneficios en necesidades de organización,
el peligro de perder su propiedad privada la empuja a gastar más.
Entonces, sin escatimar recursos, la burguesía invertirá
su dinero en la creación de un régimen fascista. El fascismo
es la otra cara de la democracia burguesa. También es una dictadura,
pero sin adornos. Bajo condiciones "normales" la burguesía prefiere
dirigir la lucha contra el proletariado por medios democráticos,
obstaculizando la posibilidad de organización del proletariado,
con una amplia presión ideológica que provoca el caos en
cualquier movimiento de trabajadores y financiando suficientes fuerzas
burguesas para llevar a cabo las actividades de oposición al proletariado.
Con el fascismo, tales ventajas organizativas aseguran a la burguesía
la destrucción masiva de las organizaciones obreras y la liquidación
directa de centros organizativos proletarios a través de detenciones
y ejecuciones. Para la burguesía ésta es una pérdida
excesiva, ya que trae complicaciones en la economía, pero saben
que éstas son dificultades pasajeras. Destruidos, dañados
y habiendo perdido a sus mejores lideres y sus contactos, las organizaciones
obreras por largo tiempo deshacen sus filas y se retiran de la arena politica.
Y entonces el fascismo se vuelve innecesario, la burguesía lo mantiene
callado, habiendo restablecido su ventaja organizativa sobre las descoordinadas
fuerzas proletarias dentro del marco de la más particular "democracia"
burguesa. Los burgueses maldicen, por largo tiempo la vileza del terror
fascista, retratándolo como una mancha negra y aislada, en la historia
democrática pura de la sociedad capitalista.
Así es cómo la burguesía
arregla sus problemas organizativos. En comparación con esto, la
reglamentación de las relaciones personales es una cuestión
fútil. Aquí sólo hay un requisito necesario, a saber,
que ese estado burgués afirma la inviolabilidad de la propiedad
privada, utilizando como arma toda su legislación y sus tribunales.
Por supuesto que en cada caso concreto cada capitalista concreto intenta
también coger lo que la ley no le concede. Cada burgués sabe
de memoria lo que es la justicia, algo muy bueno, una cosa hecha para los
fuertes. Y, claro, todo esto da lugar al crecimiento de un inmenso sistema
de corrupción y a la formación de la fracción de la
gran burguesía contra el resto de la sociedad. Pero éstos
son detalles particulares de la existencia del capitalismo.
Así, en la sociedad capitalista,
el interés de la burguesía por la propiedad privada queda
establecido como la base organizativa mas importante. El proceso de realización
de estos intereses, y la suma de las actividades emprendidas por la burguesía
para su satisfacción, aparecen simultáneamente como la aplicación
de una gama de funciones sociales sin las cuales, a la actividad colectiva
de los miembros de la sociedad les faltaría lo esencial para la
existencia de esa sociedad.
¿Es capaz la burguesía
de cumplir todas estas funciones? No y no. Realmente, donde le resulte
posible, la burguesía atrae a la intelectualidad. Los puestos principales
en la sociedad capitalista se entregan a la intelectualidad. Los funcionarios
del estado de más alto nivel vienen de la intelectualidad. Los líderes
técnicos y comerciales a todos los niveles vienen de la intelectualidad.
También, en la intelectualidad recae el trabajo ideológico.
El potencial creativo de la intelectualidad es explotado por el mundo capitalista
con toda su fuerza.
Esta situación de la intelectualidad,
junto con la creciente despersonalización del capital, bajo
las uniones de compañías accionarias y otras formas de cooperación
capitalista, permite a muchos ideólogos burgueses hablar sobre la
retirada del capitalismo de las posiciones claves y sobre el traspaso del
poder a manos de la intelectualidad formada según la interacción
de las leyes técnico-comerciales del sistema y transmisora
de la política económica, supuestamente independiente de
los capitalistas y no dirigida por ellos. Esto es mentira, porque los capitalistasnunca
y a nadie ceden el control sobre la distribución de bienes,
porque cuando conceden a la intelectualidad el derecho a dirigir,
la burguesía se guarda para si misma el derecho a decidir
la dirección a seguir. Porque los capitalistas están
dispuestos a pagar por las actividades de cualquier administrador,
político o ingeniero y por la actividad de cualquier sistema, mientras
estos cumplan meticulosamente con su obligación principal para con
los capitalistas: obtener la máxima ganancia.
Aunque la posición de la intelectualidad
en la sociedad burguesa parece muy importante y la burguesía le
permite actuar a sus anchas, no le permite ir más allá
de los limites de lo que es beneficioso para la burguesía.
Por todo ello la intelectualidad juega
un papel esencial en la sociedad burguesa. La manera individualista de
ver el mundo, su firme inserción en la sociedad burguesa, la accesibilidadde
la intelectualidad a todos los puestos, la creencia de ocupar un puesto
clave en la estructura social, juntamente con la experiencia práctica
de la intelectualidad para resolver los pequeños y grandes problemas
basándose en el cálculo y el acuerdo razonado, dan lugar
a la convicción específica de la intelectualidad de creer
en la posibilidad de estabilizar la sociedad y fortalecer susorígenes
racionales. En realidad cada intelectual tiene su modelo perfecto
para reestructurar la sociedad que consiste en apartar estos obstáculos
que él encuentra en sus relaciones con la sociedad, la sinrazón
de la existencia de los cuales le parece evidente. Permaneciendo fuera
del ardor del conflicto de clases, sin tomar parte en el análisis
de las fuerzas e intereses de clase, la intelectualidad resulta que no
esta en condiciones, y tampoco se esfuerza por entender que todo lo que
ella toma por obstáculos es en realidad un reflejo de todas las
reales e inevitables contradicciones de clase, y que ésos "obstáculos"
le dan el conocimiento real de la fuerza del capitalista al defender sus
propios intereses.
Semejante atmósfera espiritual
da lugar entre la intelectualidad a una multitud de teorías "racionales"
sobre la organización de la sociedad que, de hecho, son completamente
idealistas e infundadas. Todas estas teorías bailan a son de
la burguesía, porque distraen parte del pensamiento de la humanidad
de su participación en la lucha de clases, y camuflan el origen
verdadero de la contradicción social. Pero lo más
grave es que la aparente posibilidad de realización de estructuras
sociales utópicas fomenta en la intelectualidad un definitivo punto
de vista de casta. Esto le lleva a pensar en sí misma como
en una clase capaz de tomar toda la responsabilidad del destino
de la sociedad. Este engaño de masas, creciendo en la tierra fecunda
del hipertrofiado amor narcisista, característica propia
de la intelectualidad, oculta su papel secundario de servicio en la sociedad.
La burguesía apoya complacida estos maniáticos prejuicios
de la intelectualidad que, en su confusión, sirve fielmente a la
burguesía; y cuando la intelectualidad llega a ver más claramente,
tomando consciencia del carácter obligatorio de su servicio, entonces
es capaz de coger la opción revolucionaria y servir al proletariado.
La verdad es que en la sociedad capitalista,
la existencia misma de la intelectualidad viene dada por las demandas de
la burguesía y sólo es posible esa existencia bajo su vigilancia,
no de forma antinatural, sino ayudando al fortaleciendo de la mentalidad
de casta de la intelectualidad. Estas mismas actividades del capital, tomadas
por la intelectualidad como obstáculos molestos, proporcionan un
ciertoequilibrio en la sociedad capitalista, en sus objetivos y unanimidad;
esos obstáculos impiden a la intelectualidad comprobar la falta
de fundamento, la irrealidad de sus teorías y así apoyan
la creencia de la intelectualidad de que la paz y el orden existen exclusivamente
gracias a sus propios esfuerzos.
Dos consecuencias de esta situación
chocan directamente con los intereses del proletariado. Primero,
el concepto de casta social que envuelve a la intelectualidad la hace encerrarse
en sí misma y alejarse del proletariado, y esto es perjudicial para
el desarrollo del mundo ideológico del proletariado y debilita el
trabajo organizativo sin el cual el proletariado no puede prepararse para
la lucha decisiva de clases. En segundo lugar, después
de la victoria del proletariado, aunque necesite, y mucho, el potencial
creativo de la intelectualidad, no puede confiar en ella: el esfuerzo de
poner en práctica sus propias y numerosas teorías inevitablemente
lleva a la intelectualidad hacia una única combinación no
conflictiva, es decir a la resurrección de las relaciones capitalistas.
Entonces, no solo para conquistar el
poder, sino para no perderlo nuevamente después de la victoria,
el proletariado está obligado a conocer todos estos secretos
de la sociedad capitalista y todas las fuerzas sociales que actúan
en ella. El proletariado tiene ante si la tarea de aceptar esta
herencia, transformándola y dirigiéndola hacia la construcción
de la nueva sociedad.