Habiendo logrado la victoria
política, es decir, accediendo rápidamente al poder, el proletariado
cambia de raíz todos los valores sociales. Los medios de producción,
el fondo de vivienda, la tierra, las riquezas naturales, las obras de arte
y los monumentos se convierten en propiedad del proletariado. Pasan inmediatamente
a ser su propiedad sin aguardar la nacionalización o cualquier acto
de confiscación y transferencia, en el mismo momento de la conquista
el poder.
La historia sin embargo está
dispuesta a presenta hechos que contradicen esta afirmación. Se
realiza la revolución proletaria mientras se mantiene una economía
rural pequeño-burguesa y los artesanos por su parte venden sus mercancías.
Los dueños de empresas que no han sido nacionalizadas continúan
su búsqueda de ganancias... Sí, todo es así. Pero
es solamente una forma, una apariencia, una sombra del capitalismo anterior.
En el instante de la victoria proletaria,
entra en vigencia la ley fundamental del socialismo. El proletario victorioso,
para mantener el funcionamiento de toda la sociedad, necesita la actividad
de varias capas de la población y debe, por consiguiente, estimularlas.
La victoria proletaria cambia radicalmente la esencia de la propiedad,
pero la conciencia del pueblo no es capaz de responder a la victoria con
la misma rapidez con que esos cambios se producen. Su conciencia no esta
lista para reconocer nuevos estímulos y, guardando aún conceptos
burgueses, continúa interpretando los resultados sólo en
forma burguesa y persigue las metas individualistas de la burguesía.
El proletariado debe enfrentarse a
esto. La evidencia de las ganancias, la evidencia de su defensa ante la
ley, es así como se estimula la actividad de esas capas de la población,
todavía no preparadas para la nueva orientación socialista.
Esto no es capitalismo ni vestigio de ello. Es simplemente una similitud
aparente, un simulacro externo de las relaciones capitalistas, en forma
de estímulo conocido por determinadas capas de la sociedad, que
los atrae a la actividad útil para la sociedad. Esta forma de estímulo
puede ser reemplazada por otra. Y también puede ser totalmente abolida,
si el proletariado puede liberarse de las funciones desempeñadas
por tales capas sociales. Esta forma puede cambiar donde y cuando sea ventajoso
para el proletariado, donde corresponde a sus intereses y mientras siga
siendo coherente con él.
Todo se subordina a los intereses del
proletariado. Tal es la base jurídica de la sociedad socialista.
Toda otra legislación es su consecuencia directa. Y cuando se empiece
a hablar sobre la democracia para las capas no proletarias, es inútil
buscar apoyos en casos históricos anteriores porque no los hay.
El proletariado no debe compartir el poder real con nadie. Cualquier oportunidad
democrática que sea permitida para la expresión de las opiniones
e intereses de capas y clases no-proletarias es solo para que, tomando
en cuenta estos intereses y los cambios producidos en ellos, pueda darse
una reestructuración dinámica del sistema de estímulos.
Esto permite dirigir las actividades de las capas no-proletarias hacia
la efectividad máxima al servicio del proletariado. Así
la dictadura del proletariado no debe, ni en lo más mínimo,
tomarse como un sistema político que proporcione la democracia auténtica
a cualquier clase o capa, con la excepción del propio proletariado.
En cuestiones de derecho y de política, en decisiones económicas
y sociales, la dictadura del proletariado debe ser conscientemente una
verdadera dictadura soberana. Cuando se trata de dar ciertas libertades
a las capas no proletarias de la población, y cuando hay que quitárselas
el proletariado debe guiarse solo por sus propios intereses y proceder
exactamente igual que en la cuestión de la liquidación de
la propiedad privada en los medios de producción.
Esto no significa arbitrariedad desenfrenada
o autonomía monárquica en sus relaciones con los estratos
no-proletarios. La sinrazón no beneficia los intereses del proletariado;
la dictadura proletaria debe crear cuidadosamente, para todas las capas,
esas condiciones que conducen al más alto nivel de eficiencia en
las actividades útiles al proletariado. El proletariado debe guiarse
por los intereses de clase tanto en el cuidado y la preocupación
de esas capas, como en su limitación y represión, sin preocuparse
en lo mínimo por los intereses de ellas.
El sistema socialista es la expresión
más alta de la democracia, no porque esté dispuesto a
otorgar el derecho burgués del sufragio universal o determinados
privilegios a los intelectuales, si no porque, por primera vez en la historia,
la clase gobernante es una clase abierta. Cada miembro de
la sociedad tiene la oportunidad de adherirse a esta clase, de obtener
todos sus privilegios y asumir todas las responsabilidades que le corresponde.
La única y verdadera democracia es la democracia para el proletariado
y esto es todo lo que hace falta para garantizar su transformación
gradual a la sociedad sin clases. La democracia proletaria entonces
se convertirá en la democracia para todos.
La democracia proletaria es la única
democracia clasista que se transforma en democracia universal. Pero para
que esto suceda es absolutamente necesario que el proletariado siga siendo
la clase dominante, pues es la única clase abierta de todas las
clases, que ha emprendido en la historia una lucha por dominar la sociedad.
Para ello, la dictadura del proletariado, poniendo todos los medios para
tratar de conseguir la sociedad comunista, está obligada no solo
a vencer en la lucha con las demás clases, sino también a
impedir siempre el surgimiento y desarrollo de todas las demás clases,
mientras existan en la sociedad las condiciones para ello.
¿Qué es entonces la dictadura
del proletariado?
¿Cómo debe el proletariado
realizar su dictadura?
No es suficiente decir que esta dictadura
es el poder de estado. Sí, el estado socialista no puede ser nada
más que la dictadura revolucionaria del proletariado. Pero el estado
y el proletariado son distintos y organizan diferentemente a los sujetos
sociales. Para que sus intereses coincidan, aunque sea por un corto tiempo,
son indispensables las siguientes condiciones:
El estado y la dictadura de clase no
coinciden tampoco en otros aspectos. El estado, como el funcionamiento
de un mecanismo, es un medio para la aplicación de la dictadura,
un medio orientado a ejercer cierta presión sobre la sociedad. Pero
para que este medio sea un instrumento de una determinada clase, es necesario
que precisamente esa clase, y no sus representantes individuales, tenga
en sus manos lor resortes y las fuerzas para obligar así al estado
a aceptar los intereses de esta clase como si fueran los suyos propios.
La dictadura clasista es un sistema
de relaciones sociales que proporcionan el control de la sociedad a la
clase gobernante, incluyendo el silenciar la iniciativa política
de otras clases que amenazan su dictadura.
La burguesía promueve los principios
más democráticos para la formación del poder estatal
y traslada al estado enormes recursos financieros en forma de impuestos
sobre las ganancias, no temiendo que esto se pueda volver contra ella.
Esto requiere del estado sólo una cosa: la indiscutible defensa
de la propiedad privada. En la propiedad está su poder. Pues es
precisamente la propiedad, a través de sus efectos organizativos,
otorgando el derecho sobre la distribución de bienes y preservando
esto con la existencia de empleados de la burguesía y de las organizaciones
burguesas contratadas, lo que le garantiza a la burguesía su posición
dominante, su control del estado.
El proletariado, como conjunto de trabajadores,
no tiene oportunidad de construir su dictadura sobre una base semejante.
El proletariado es pobre y nadie le presta atención en las decisiones
del estado. Le ocurre como a los esclavos de la antigua Roma, que se alzaban
contra un amo sólo para caer bajo otro, como los campesinos de Rusia
que se amotinaban en nombre del "zar bueno"; así también
el proletariado, promocionando una nueva autoridad y después encargándole
la distribución de bienes, lo pierde todo porque abandona los medios
de control sobre esta autoridad, y promueve así nuevos jefes, una
nueva burguesía. Así es como fue y como sería, si
no fuera por una condición. Esta condición, que surge del
carácter social de la producción es la capacidad del proletariado
para la auto-organización.
Precisamente esta capacidad del proletariado
para auto- organizarse es la que en una etapa histórica determinada
le permite ser dueño de la situación. Pero en la realización
de esta capacidad, el proletariado deja de ser un simple conjunto de trabajadores:
ya actúa como clase, como un sujeto social integral y de esta manera
se convierte en la fuerza más grandiosa de la sociedad. Emergiendo
victorioso de la lucha de clases, el proletariado siendo otra vez un sujeto
integral, se convierte en dueño de todas las riquezas de la sociedad.
Pero es simplemente imposible que las administre y las use para sus propios
intereses subjetivos de clase. Para que esto ocurra es necesario crear
un sistema social suficientemente complejo con materiales legados por la
historia y basado en las relaciones predominantes de la sociedad en ese
momento dado. Pero estas relaciones deben ser reestructuradas y cambiadas
de manera que garanticen el carácter de clase de la dictadura proletaria.
Un sistema de relaciones sociales que funcione a través de las facultades
del proletariado para la auto organización y que tenga una base
de auto dirección, puede existir únicamente si satisface
determinados intereses proletarios. Pero estos intereses son precisamente
la fusión de intereses organizativos y colectivos, de intereses
que tienen un carácter social, que se transforma en interés
de clase. En este sistema el estado desempeña el papel de mecanismo
social que obliga y estimula la actividad de diferentes individuos a través
de actos canalizados, y dependiendo de las necesidades individuales y personales,
regula su satisfacción. Es fácil entender que de este modo
las demás relaciones en todo el sistema se debilitan si el estado
no cumple bien su papel, incluyendo sus propias funciones, empieza a actuar
en interés de su propio aparato que a su vez se transforma en un
organismo parasitario obligando a la sociedad a servirlo. Por consiguiente,
dejará de satisfacer los intereses sociales de los trabajadores,
dejará de satisfacer sus necesidades intelectuales, conducirá
a debilitar la auto organización del proletariado y contribuirá
directamente a la formación, en el aparato del estado, de una alta
burocracia dentro de la clase dirigente que empezará a explotar
a las masas trabajadoras.
La tarea del proletariado revolucionario
organizado es no permitir que se le aísle y separe del estado. El
proletariado debe utilizar los mecanismos del estado para llevar a cabo
su voluntad de clase. Debe manejar los intereses individuales de los miembros
de la sociedad y dirigir sus actividades a la satisfacción de los
intereses sociales y así evaluar, en las relaciones sociales y en
la conciencia de los individuos, las demandas e intereses de la sociedad.
Y para que esto sea una realidad, el proletariado se enfrenta a otra multitud
de problemas, incluso el de cortar cualquier auto actividad del estado
contra el proletariado. Esto incluye el cambio de las funciones del estado
y de las tareas inmediatas de acuerdo con los cambios y desarrollos de
los intereses del proletariado. También incluye la eliminación
de la más mínima oportunidad para el estado de impedir el
desarrollo libre de los intereses proletarios. Sin una solución
a estos problemas, sin la construcción de un sistema completo de
relaciones que garanticen la realización de los intereses proletarios
en una sociedad en desarrollo, revolución y renovación, todo
discurso sobre la dictadura del proletariado son solo palabras.
El estado se opone a la sociedad, y
en esta oposición tiene grandes ventajas. Incluso el estado burgués,
cuyas posibilidades económicas están forjadas por la voluntad
de los capitalistas y que tiene enormes cantidades de bienes a su disposición,
distribuye una parte esencial de las riquezas sociales. El estado socialista
se encarga de la distribución de todos los bienes y en esa sociedad
no hay ni puede haber nada comparable con el estado para esa función.
Y esto significa que toda la fuerza de las organizaciones sociales empleadas
esta dirigida a la defensa de los intereses del estado. En tales condiciones,
¿cómo se puede defender la sociedad de la explotación
del estado?
Pero el estado tiene sus debilidades.
Sobre todo, es una organización pagada, estimulada por recompensas
materiales, y esto significa que las actividades de los miembros de los
diferentes eslabones de este mecanismo, actúan en defensa de sus
intereses comunes, son derrotados por su dependencia económica y
porque tales actitudes no vienen dictadas por los intereses fundamentales
de sus miembros. En segundo lugar, cada miembro del aparato estatal no
consigue de manera simple la oportunidad de apropiarse de cierta cantidad
de bienes: estos le son suministrados bajo determinadas condiciones y,
en este sentido, está bajo el control de la sociedad. En tercer
lugar, el propio sistema que el mecanismo estatal organiza no esta formado
por el estado sino por toda la sociedad; así, en determinadas circunstancias,
está por delante de cada miembro del aparato estatal y dicta los
intereses sociales.
Las debilidades existen y deben ser
utilizadas por la sociedad proletaria para mantener el control sobre el
estado proletario aunque no sea fácil. La actividad espontánea
del proletariado al ejercer ese control no puede ser garantizada. El estado
inmediatamente se escapa del control y se reestructura para eliminar sus
puntos débiles. Para que el control de la sociedad sobre el estado
pueda ser eficaz, la sociedad debe oponerse al estado con tal fuerza que
impedirá todo intento del estado de reestructurarse al margen del
sistema social, que podrá husmear en todas partes donde el estado
quiera liberarse de todos los eslabones del control social y, será
finalmente capaz de destruir todo el sistema estatal si este se niega a
subordinar su bienestar personal a los intereses sociales.
La sociedad debe oponerse al estado
con la organización. Y tal organización puede ser
solamente la organización auto dirigida de la masa proletaria, una
organización más firme que la basada en la unidad de los
intereses fundamentales de los trabajadores.
La sociedad debe oponerse al estado
con el partido proletario organizado y auto dirigido.
El partido proletario auto dirigido
es la forma de organización proletaria con la cual se obliga al
estado a servir los intereses del proletariado y ser el instrumento para
la realización de la dictadura del proletariado.
Aquí está la clave. El
partido debe ser auto dirigido, es decir, que atraiga a las personas de
forma voluntaria, exclusivamente gracias a sus intereses sociales colectivos
y no con la promesa de alguna ventaja personal, y comprometido con la disciplina
consciente y el entusiasmo personal. El partido debe ser proletario, pues
sólo la relación particular del proletariado con el producto
total producido por la sociedad proporciona una garantía en la distribución
de bienes y trabajo en interés de toda la sociedad. Y debe ser un
partido, porque solo un partido puede garantizar una política integral,
una visión global única que supervisa todas las conexiones
del mecanismo estatal, solamente un partido es capaz de organizar y dirigir
las actividades de las masas por el cambio y para mejorar este mecanismo.
Pero esto no es todo. Un partido así,
con la organización más poderosa y disfrutando del apoyo
de las masas proletarias, necesariamente tiene la posibilidad de asumir
todo el poder absoluto y el control de la sociedad.
¡Pero esto es lo que no debe
hacerse! El partido debe mantenerse en oposición al estado y debe
actuar sobre él solamente a través de las masas proletarias.
En otras palabras, cada decisión del partido debe ser medida por
el apoyo de toda la clase y por su disposición al combate de clase.
Un partido que sirve a los intereses del proletariado no debe ligar su
actividad con las del estado, tiene que permanecer en oposición
continua al estado.
Ahora podemos recoger todo esto para
formular un plan de relaciones sociales. El estado administra la sociedad,
incluyendo al conjunto de todos los proletarios. El partido vigila al estado.
El proletariado, toda la clase, vigila las decisiones del partido dándoles
vida en sus propias actividades de masas dirigidas al cambio del sistema
estatal. Y por otra parte, el proletariado traslada y delega al partido
sus ideas más avanzadas; el partido asegura la realización
de estas ideas en forma estatal; el estado consolida el asentamiento de
estas ideas en la sociedad.
Este es el único plan de relaciones
sociales que puede asegurar la existencia y la reproducción continua
de la dictadura del proletariado en la sociedad.
Para evaluar la disposición
de las fuerzas propias de la dictadura del proletariado, debemos primero
detenernos en un análisis más profundo. A diferencia de los
demás componentes de la dictadura proletaria, el partido siempre
debe tener una comprensión precisa de sus objetivos y tareas fundamentales
en cada etapa concreta. Esto no significa que el partido deba ser el cerebro
de la sociedad. No, el destino del partido es más bien desempeñar
el papel de un órgano sensorial para una comprensión aguda
de la realidad y de los primeros impulsos del movimiento de masas. Pero
antes de que pueda ser integrado en una reestructuración definitiva,
cada impulso tiene que ser comprendido por el super-cerebro, la conciencia
del proletariado; pues sólo su aprobación puede conferirle
realidad al impulso. Si el partido se desvía de los intereses del
proletariado y se aleja de su control, inmediatamente se va a notar.
Aferrando firmemente su objetivo de
construir la sociedad comunista y el desarrollo de las relaciones sociales
comunistas, el partido debe comprender las agudas divergencias entre sus
propias tareas y las tareas del estado proletario.
A pesar de que, generalmente, el estado
proletario desempeña un papel positivo en la etapa del movimiento
hacia el comunismo y es el único medio de realizar este movimiento,
cada forma concreta del estado proletario es el elemento más
atrasado de la sociedad proletaria, en ese momento histórico dado.
Y esto es así porque está ocupado, no en la búsqueda
de niveles más altos y nuevos, sino en la consolidación del
nivel de conciencia social que ha sido ya alcanzado y superado. Al transformarse
en proletario, el estado manifiesta sus características avanzadas
solamente en su aspecto externo, solamente en sus relaciones con las capas
no proletarias. El estado se mantiene siempre burgués en sus relaciones
con el proletariado porque muere gradualmente al perder el apoyo de las
características individuales de los mismos proletarios y de otros
miembros de la sociedad.
El partido contribuye al perecimiento
del estado, con todos los medios a su disposición, y con su trabajo
ideológico asegura unos cambios concretos en la conciencia de la
sociedad y de los movimientos organizados del proletariado para consolidar
los cambios que se han producido en el estado. El estado es incapaz de
encarnar una ideología que supere el nivel actual; cambia y progresa
solamente bajo la presión de las masas y pierde su función
en la medida en que las masas transforman su conciencia en conciencia social
comunista. El crecimiento de la conciencia social comunista, hablando en
general, no consiste en el dominio cultural, ni en la asimilación
de la teoría del desarrollo social, aunque todo esto sea útil,
sino simplemente en el predominio de la conciencia colectiva sobre la individual.
Pero el desarrollo de los intereses colectivos de cada miembro de la sociedad
depende directamente de su nivel de satisfacción: florecen en la
victoria y se marchitan en la derrota. Y aquí es donde el partido
y sus armas teóricas desempeñan un papel decisivo, asegurando
la selección de las vías hacia la victoria y organizando
a las masas para esa victoria. Solamente la interacción continua
basándose en intereses comunes puede garantizar que cada individuo
asimile la idea comunista principal de que la posición social del
individuo se determina por su grado de colectivismo. Casualmente, esta
es la causa de que todos los intentos de "implantar" el comunismo por medio
del estado o por un sistema de partido-estado dirigente sean inútiles;
no se debe confiar en el desarrollo de las características colectivas
incitando las cualidades individuales. Las masas deben ser receptivas en
cualquier forma histórica concreta del estado hasta que se identifiquen
con él; y esto es precisamente lo que debe preocupar al partido,
que aplastará el estancamiento conservador con su entusiasmo permanente.
Aunque subordinado a la sociedad, el
estado sirve a su mayoría, al mismo tiempo que las ideas
avanzadas, que garantizan el movimiento hacia adelante, surgen en las mentes
de una minoría. Tales ideas pueden convertirse en propiedad
de toda la sociedad y en las ideas principales del estado, sólo
si son apoyadas por el partido, que a través de su actividad ideológica,
hace de ellas las ideas de la mayoría. Sin el apoyo organizado de
un partido, las ideas de la minoría no podrán alzarse contra
el funcionamiento de la maquinaria estatal.
La oposición entre el partido
y el estado en la sociedad socialista es el reflejo más directo
y real de la contradicción fundamental del socialismo, la contradicción
entre lo comunista y lo burgués, lo social y lo personal, el colectivismo
y el individualismo. En esta contradicción está el origen
del desarrollo hacia el comunismo y mientras más claramente se reconozcan
las fuerzas de oposición, mientras más exactamente sean definidas
las causas de su oposición dentro de cada etapa histórica
concreta, más eficaz podrá ser el proceso de superación
de estas contradicciones y más directa será la senda de la
sociedad hacia el comunismo.
El partido y el estado se presentan
como dos estructuras que organizan la sociedad, dos tipos de organización
social: dirección y administración. Es como si estas
estructuras se encontraran en polos opuestos de la vida social. La administración
es la coordinación de la actividad, la dirección es la coordinación
de la conciencia. La administración influye sobre la individualidad
a través de las restricciones y de los estímulos, la dirección
recurre a la comprensión e influye por medio de la opinión
social. La administración recurre al individuo, al no conocer otras
formas de control que el económico. La dirección revela al
individuo las posibilidades directas de su afirmación social, no
ligada a las circunstancias económicas. La administración
funciona con la experiencia acumulada del pasado, la dirección busca
su apoyo en el futuro.
La sociedad sirve como la fuente, continuamente
nutriendo al partido y al estado. ¿Qué sucederá entonces?
El proletariado conquista el poder
bajo la dirección del partido; y así el partido, quiera o
no quiera, se convierte en gobernante. Por necesidad debe tomar parte decisiva
en asegurar la victoria del proletariado, en liquidar las fuerzas capitalistas
derrotadas, en la destrucción del viejo aparato estatal y en la
construcción del nuevo. Y el nuevo aparato del estado sólo
puede estar compuesto por cuadros del partido, por personas que han probado
su lealtad a la causa del proletariado. ¿Dónde está
entonces la oposición?
Pero, ¿quizás las cosas
no tienen que ser así? ¡No, esta es la única manera!
¿Es necesario entregarle el poder a los "Varangians"(2) cuyos objetivos
son tan distantes de los del proletariado? Y, en general, existe solamente
una posibilidad para el estado recién nacido, un refuerzo sólido
para afianzar el poder, que es el apoyo total de todas las fuerzas proletarias,
unidas dentro del partido.
Aparentemente, la solución está
predeterminada. Y por todo ello... el partido proletario, al vincularse
con el estado, se engaña a sí mismo por la aparente facilidad
con la cual se realizan los objetivos revolucionarios a través del
mecanismo estatal. Tal camino puede consolidar la victoria del proletariado
y su dominio sobre las demás clases, pero, en lo que concierne a
las cuestiones del desarrollo ulterior del mismo proletariado y de su conciencia,
quedan excluidas de la esfera de actividad del partido y se vuelven inaccesibles
con esa vinculación al estado. Al convertirse en partido gobernante,
puede seguir siendo proletario, pero no por ello será la vanguardia
del proletariado, sino que representará lo más atrasado de
sus capas.
Dirigir el avance consciente de la
sociedad, es posible solamente desde un partido de oposición al
estado que basa su trabajo en la llamada al espíritu colectivista
de los trabajadores y organiza al proletariado para la actividad colectiva
como contrapeso a la administración que une la sociedad con su sistema
de estímulos que atan.
Entonces, ¿qué deberíamos
tener? ¿Un sistema de dos partidos, o multipartidista? ¿O
dejaremos que las contradicciones sociales se resuelvan ellas mismas, a
través de la lucha entre el partido dominante y el partido de oposición?
Pero, en este caso, la contradicción
fundamental de la sociedad, el origen de su desarrollo, quedaría
ocultada, se complicaría y hasta seria dejada completamente de lado
en la lucha por el poder; es decir, las contradicciones secundarias desviarían
muchos esfuerzos, pero, de ninguna manera, ayudarían a la formación
de la sociedad avanzada. Es más, la existencia de muchos partidos
inevitablemente ayudan a la estratificación de la sociedad y a la
división de sus intereses, es decir, sirve para colocar obstáculos
adicionales en el camino de la transformación hacia la sociedad
sin clases.
No, la resolución del problema
de la dictadura del proletariado es posible sólo rompiendo completamente
los precedentes históricos (y todos aquellos que son extraños
al proletariado) y liberándonos del esquematismo habitual.
No es oponiendo un partido dominante
a otro de oposición, sino la oposición directa entre partido
y el estado; esto es lo que verdaderamente pone al descubierto las contradicciones
sociales, esto es lo que el proletariado debe lograr.
Sí, el partido debe guiar al
proletariado en la lucha por el poder. Sí, el partido al frente
del proletariado debe arrebatar este poder. Sí, debe destruir el
viejo aparato del estado y construir uno nuevo. Debe promover sus organizadores
con más experiencia, sus dirigentes y jefes, a los puestos principales
del estado; y debe entonces borrarlos inmediatamente de la lista de
miembros de pleno derecho del partido.
Simplemente así. Esto no significa
una ruptura completa sino una reestructuración radical de las relaciones;
así se excluye totalmente la interferencia estatal en los asuntos
del partido y la influencia directa de intereses estatales en la actividad
del partido.
El partido debe continuar supervisando
aquéllos miembros suyos que han sido promovidos a puestos administrativos,
debe entender sus preocupaciones estatales y debe demostrarse a sí
mismo ser una ayuda directa organizando a las masas para apoyar las medidas
estatales. Pero el partido debe hacer esto, no bajo el dictado del estado,
sino como algo que surge de sus propios objetivos y tareas. Es completamente
natural que este apoyo sea más enérgico y poderoso en el
primer periodo, cuando las ideas principales del partido y del estado son
casi completamente convergentes, cuando el estado está consolidándose
y necesita sobre todo este apoyo. Pero incluso en este periodo el partido
no debe tomar ningún compromiso con el estado.
Al separar sus mejores cuadros y al
encaminar fuerzas a los puestos del estado, el proletariado debe reconocer
claramente que esto no resolverá todos los problemas del desarrollo
social. Más pronto o más tarde, los intereses del aparato
estatal entrarán en contradicción con los intereses del desarrollado
del proletariado, se convertirán en una traba para la formación
de las estructuras estatales y algunas de sus funciones perderán
el sentido.
Entonces, se necesitará una
nueva revolución que pueda elevar al nivel estatal esos cambios
que se han producido en la conciencia de la sociedad. Sólo semejante
desarrollo revolucionario ininterrumpido puede llevar a la constitución
de una sociedad comunista.
Habiendo arrebatado el poder a la burguesía
al precio de las vidas de sus mejores militantes, el proletariado esta
obligado a prestar atención a esto en el futuro, procurando que
la revolución pueda perpetuarse sin lucha sangrienta. Se debe privar
al estado, de la posibilidad de crear organizaciones antiproletarias.
El proletariado debe consolidar constitucionalmente sus propios derechos
con el objeto de afianzar las vías para la transformación
democrática del estado. Estos derechos son los siguientes:
la libertad de organización
autodirigida del proletariado y que el estado garantice esta libertad,
concediéndole locales y medios de propaganda de masas;
la prohibición de participación
directa de los servidores del aparato estatal en las organizaciones sociales
y políticas,
limitaciones en la actividad autodirigida
de los estratos no-proletarios.
Pero lo más importante es que
el proletariado nunca debe olvidar, que incluso aunque estén reconocidos
en la constitución, estos derechos no proporcionarán ninguna
garantía real sin la preparación del propio proletariado
para defenderlos de la manera más firme. Si el proletariado es incapaz
de defender sus libertades, sus ventajas y su partido proletario, esto
significa que su conciencia todavía no está madura para el
socialismo. Y a la inversa, si el proletariado es capaz, sin concesiones,
inflexiblemente, con las armas en la mano cuando esto sea inevitable, de
levantarse por estos derechos, entonces esto es precisamente lo que afianzará
su libertad en el movimiento hacia el comunismo. El socialismo sólo
es
posible cuando la conciencia de clase del proletariado y de su organización
han desarrollado la disposición a coger el poder con sus propias
manos en cualquier momento.
Sólo asegurando la fusión
de sus intereses sociales y colectivos en la actividad de su partido proletario,
sólo manteniendo un mínimo de organización, - y esto
significa en oposición a otras capas sociales - el proletariado
podrá ser capaz de sentirse dueño de la situación,
será capaz de hacer obedecer a todo el mecanismo estatal y será
capaz de reestructurarlo en función de las necesidades.
Ser dueño de la situación
significa estar encargado de la distribución de los bienes. Y aunque
muchos de los aspectos de esta gestión nos llevan, inevitablemente,
al aparato estatal, el proletariado tiene que comprender que la última
palabra siempre la tendrá él, porque cualquier funcionario
del estado, incluso el más alto, puede ser apartado de su puesto
y privado de estímulos materiales por voluntad del proletariado.
Debido a la disponibilidad del partido proletario hacia los obreros, para
organizar sus actividades de masas, este derecho deja de ser una ficción
y se convierte en medios reales de dirigir el estado.
Por su parte, el partido, aun cuando
se le presente la oportunidad, debe negarse a tomar parte directa en la
distribución de bienes, pero debe hacer los esfuerzos más
firmes para colocar todas las actividades del estado en este terreno bajo
el mando de toda la clase, de toda la masa proletaria. Porque, si la distribución
de bienes no es controlada por todo el proletariado, se convertirá
en el botín de una nueva burguesía, sea cual sea lo
forma que tome.
Así, el aparato estatal, por
lo menos en sus sectores claves, debe estar compuesto por personas previamente
formadas en una escuela de trabajo organizativo del partido. Debe ser supervisado
por el partido en todas sus actividades y debe tener la responsabilidad
directa delante de la clase dirigente, el proletariado. El partido también
debe ser formado directamente por la masa proletaria. Y debe cumplir la
condición siguiente:
El partido es la forma más alta
de la organización autodirigida del proletariado. Servir al proletariado
no debe ser solamente para el partido su idea principal, sino también
la única exigencia de sus miembros, que se cumple mientras ellos
están afiliados. Mientras el estado sirve al proletariado, siendo
estimulado por la parte de bienes que se le adjudican, para el partido
el servicio al proletariado es al mismo tiempo meta y estimulo. Como corresponde,
el estado y el partido sirven de forma distinta al proletariado.
Servir al proletariado, satisfacer
sus necesidades inmediatas, adaptarse a sus intereses actuales y crear
para él las condiciones para su desarrollo cultural y creativo,
éstas son las obligaciones del estado.
El partido tiene otras tareas.
Infatigablemente, de hecho y de palabra,
el partido debe esclarecer al proletariado que sus intereses actuales son
falsos intereses; que se analizan bajo el viejo bagaje de la historia feudal
y burguesa, y que de ninguna manera corresponden a las posibilidades avanzadas
de la sociedad. Debe esclarecer que lo que el proletariado exige justamente
de la vida, y lo que puede construir, será inmensamente mejor.
El partido debe ayudar al proletariado
utilizando las posibilidades más asequibles para su verdadero desarrollo
cultural; es decir, para su acercamiento hacia los logros intelectuales
de la humanidad en todo el sistema mundial, para aprender de las posibilidades
enormes de la sociedad humana.
El partido debe desarrollar a partir
de los intereses actuales del proletariado sus intereses futuros. Debe
enriquecer el espíritu de confianza mutua y el colectivismo, siempre
poniendo el acento sobre la dependencia de la situación social,
es decir sobre los factores sociales y no económicos.
El partido debe actuar como el organizador
de la lucha de masas por el cambio social revolucionario, para encarnar
lo que es nuevo y avanzado en las formas estatales y para inculcarlo en
las mentes y opiniones de la masa; eso es para la transformación
de los intereses futuros en la realidad de hoy.
Para hacer frente a estas tareas, el
partido no debe estar compuesto por personas que una vez demostraron su
aptitud para servir al proletariado, sino de personas que lo demuestran
con cada gesto, cada día de sus vidas. Para ello el partido no sólo
debe ser capaz de atraer a sus filas el entusiasmo enriquecedor de la juventud,
sino que debe ser también capaz de librarse de las incrustaciones
individuales conservadoras.
La partido debe depurarse, no sólo
de aquéllos miembros que viven anclados en el pasado, sino también
de los que están embarrados en el presente. Para ellos, ha llegado
la hora de pasar del trabajo ideológico a la prueba práctica
la aplicación de sus propias ideas, y el partido debe empujarlos
hacia el trabajo de estado, liberándose simultáneamente de
su influencia.
En realidad, en la sociedad contemporánea,
no todos, incluso entre los obreros, son capaces de dedicar su vida
entera y todos sus esfuerzos al servicio abnegado del proletariado.
Pero, en la vida de casi todos, hay un periodo en que lo social predomina
por encima de lo personal, en que sus actividades vienen dictadas por los
intereses colectivos y no por el provecho personal. Es precisamente en
este periodo de entrega que debe unirse al partido, para resolver los problemas
del partido.
Sólo es entonces, cuando la
conciencia de un ser humano ha crecido por encima de sus prejuicios y de
los instintos biológicos, sólo en este periodo de elevación
más alta de su conciencia, es cuando el individuo es digno de pertenecer
al partido, es adecuado para el trabajo de la partido, capaz, junto con
el partido, de colocar ante la sociedad los problemas del futuro. Pero
el partido no puede confiar toda la vida en el entusiasmo, y es por ello
que no se puede garantizar a nadie confianza para toda la vida.
El trabajo del partido no es el único
ámbito en que se puede servir a la sociedad; el estado ofrece al
ciudadano otra forma de servicio, estimulado por la satisfacción
de necesidades personales. Aquéllos que habían vivido su
encumbramiento, donde lo individual predominaba, el partido debe eliminarlos
de sus actividades; separarlos sin reproches, con el respeto y el reconocimiento
por sus méritos; la separación sin piedad, pero sin cortar
todavía todos los lazos.
Y a la cabeza de la lista de los que
deben ser separados de los asuntos del partido, están aquéllos
cuyo trabajo está ligado a la toma de decisiones estatales, dado
que en la sociedad proletaria no hay un solo problema interno en el que
el partido y el estado puedan adoptar la misma solución. El desarrollo
de la conciencia social también incluye de que cada individuo se
resuelve sus contradicciones él mismo, en su propia conciencia,
y esto nadie puede resolvérselo por él, a nivel estatal.
Las soluciones propuestas por el partido,
y asumidas individualmente por la mayoría de la sociedad
proletaria, son transformaciones revolucionarias, cambios en la conciencia
de cada individuo; al mismo tiempo marcan una ruptura definitiva en lo
social: es la conciencia de clase. La renovación de la conciencia
de clase del proletariado encuentra una forma concreta de expresión,
reflejándose, de una manera más precisa y concentrada, en
la conciencia de los líderes individuales. De esta manera, los nuevos
intereses de clase se expresan de nuevo a través de las ideas; se
definen por las condiciones históricas y penetran en la conciencia
individual de los obreros. Tales ideas tienen un significado organizativo
decisivo a través de la movilización del proletariado para
la actividad cooperativa que apunta al logro de los objetivos de clase.
Las ideas formuladas por los líderes,
que reflejan las demandas de la clase, no son idénticas a los intereses
engendrados por la realidad objetiva en individuos separados, y es por
ello que no pueden tomarse como una especie de programa personal y son
adoptadas sólo con el reconocimiento de la dependencia personal
en lo colectivo y en la actividad colectiva. Las ideas de los líderes
no penetran en la conciencia de cada individuo enseguida. Cada vez necesitan
ser empujadas, a lo largo del mismo camino difícil, superando la
barrera de los hàbitos individualistas y agrietando la coraza del
estancamiento conservador. Al principio, son asumidas sólo por aquéllos
que son más receptivos, y a través de ellos se consigue una
difusión mucho más amplia. La esencia de la cuestión
es que la difusión inmediata de las ideas en la sociedad es generalmente
imposible; la sociedad es bastante conservadora e indiferente a la novedad
que en ella cualquier idea puede marchitarse. Pero una vez comprendidas,
aunque sólo sea por una muy pequeña minoría, las ideas
avanzadas conducen esta minoría a la acción, y entonces
este mismo movimiento de la minoría sacude el sopor de la sociedad
que entonces debe definir su relación con los acontecimientos de
una manera u otra y esto la lleva a la actividad. Así la actividad
se amplia y las ideas se esparcen y se propagan provocando otras ideas
en su expansión.
La difusión de ideas se acompaña
por su concreción y, lo que es especialmente importante, la concreción
de las formas de la actividad ligadas a ellas. Se vuelven en todo caso
más definidas, las formas de las ideas incluidas en la actividad
adquieren el carácter de un movimiento social, y se consolidan en
forma de tradiciones aceptadas en la conciencia de la sociedad y requieren
reconocimiento y legitimación por el estado. Las demandas de la
sociedad para un cambio estatal, entrañan cambios en la política
del estado, cambios en su estructura, y se promueven líderes vinculados
a las nuevas formas de conciencia social.
Y de esta forma, provocando un pulso
revolucionario continuo en la sociedad, promoviendo nuevos líderes
y nuevas ideas, con nuevas formas de movimiento social que surgen y se
consolidan, debe haber cooperación entre el partido y el estado.
En la renovación continua del aparato estatal, su reestructuración,
es decir, la renovación constante de su composición y estructura,
el partido juega su papel firme en el desarrollo de la dictadura revolucionaria
del proletariado.
Pero analizando las relaciones entre
el proletariado, su partido y el estado, ¿no nos hemos olvidado
que el estado es una fuerza organizada peculiar para la represión
y la coacción? Aquí, todo se aclarará cuando nosotros
examinemos el estado como el instrumento de realización de la dictadura
del proletariado sobre las otras clases. Pero el estado también
sigue siendo el estado en sus relaciones con el propio proletariado; y
aquí la cuestión no es tan simple.
Representando los intereses del proletariado
como una clase, sus intereses sociales, opuestos al conjunto del interés
individualista de todos los proletarios, el estado utiliza todos sus medios
de coacción directamente para esta finalidad. Claramente, incluso
cuando nosotros estamos hablando de estímulos, incentivos y pagas
extraordinarias para que los miembros de la sociedad cumplan con determinadas
condiciones, el eje central del tema sigue siendo el mismo que para
la coacción, que es sólo la limitación del acceso
a los bienes para esos miembros de la sociedad que no cumplen con esas
condiciones definidas. Si tenemos en cuenta que los estímulos dan
acceso a determinadas posibilidades, que aseguran la existencia del individuo,
mientras las coacciones son la amenaza de retirada parcial o total del
acceso a estas posibilidades, entonces está claro que, en las relaciones
entre la sociedad y el individuo, no hay ninguna diferencia entre estímulos
y coacciones. Desde la fundación de la sociedad socialista, el estímulo
de las actividades de los individuos está en los intereses de toda
la sociedad, y es bastante obvio que el estado tiene necesidad de medios
concretos de coacción, de fuerza, que permitan el establecimiento
de límites definidos.
Pero, obsesionado por la idea de una
fuerza de coacción adecuada para toda la sociedad, el estado corre
el peligro de volverse ajeno a la sociedad, colocándose por encima
de ella. Es más, la historia del siglo XX presenta numerosos casos
en que el ejército se coloca por encima de la sociedad y del estado,
formando un nuevo estado que transmite el poder a otra clase.
¿Cómo puede el proletariado
evitar semejante peligro?
La historia demuestra que, habiéndo
dado el golpe, el ejército no puede transferir el poder a cualquier
clase, sino sólo a la clase más organizada, reforzándola
con su apoyo organizado. Esto significa que una de las garantías
consiste en asegurar que la organización del proletariado dentro
del estado socialista sea incomparablemente más elevada que la de
otras clases. Para ello el proletariado no sólo debe limitar la
organización autodirigida de otras clases, sino que además,
y esto es muy importante, también debe (y esto con el objeto de
organizar) utilizar los recursos económicos hasta ahora inaccesibles
al proletariado. Esto no sólo asegura un debilitamiento, sino también
la destrucción gradual de todas las clases opuestas al proletariado
y defiende al proletariado de los enemigos internos, excepto del propio
estado.
El estado socialista es una organización
suficientemente poderosa y suficientemente burguesa que puede, a través
de su inclinación a la autodeterminación, a través
de la utilización de las fuerzas bajo su control, convertirse en
una clase independiente, en una nueva burguesía. La única
condición que ofrece garantías contra esto es que las fuerzas
del estado sólo estén compuestas por el pueblo armado, el
proletariado armado. Pero mientras el propio estado sea necesario, también
es necesario que el pueblo esté organizado y armado de forma estatal.
Y no se trata simplemente de armar al pueblo; esto también presupone
la creación de organizaciones de distribución de los bienes
estatales, es decir, convertirse en una fuerza organizada dependiente directamente
del estado.
No se puede dar ninguna receta sencilla
para encararse a este problema. Aquí acecha una dificultad real,
proveniente de la contradicción en la situación de un país
socialista rodeado de capitalismo. Sin embargo esto no significa que el
problema sea insoluble, sino que la solución no puede encontrarse
al nivel de los principios sino a través de formas organizativas
concretas, teniendo en la cuenta todos los detalles específicos
del estado de desarrollo de la conciencia social.
Debe tenerse en cuenta que en todos
los asuntos exteriores, los asuntos de las relaciones mutuas con
otros estados y con los estratos no-proletarios internos, los intereses
del estado socialista y del proletariado coinciden completamente.
Por consiguiente y francamente, la
institución de los comisarios políticos en el ejército,
que fue una consecuencia inevitable de la Guerra Civil en la Rusia,
perdió su significado en las guerras exteriores.
Por tanto, debe concentrarse la atención
del proletariado en el control sobre el ejército y, sobre todo,
en situaciones de conflicto interno sobre los órganos de asuntos
interiores y de seguridad política. La posición del partido
proletario, los intereses del partido en todos los asuntos internos, coincide
con los intereses del proletariado. Sin embargo, si no se da esta coincidencia
de intereses, en cuestiones tanto internas como externas, debe haber la
subordinación inmediata al partido de las fuerzas de represión.
Semejante subordinación provocaría un cambio en los intereses
del partido, le llevaría a su "estatalización". Pero en los
asuntos del control sobre las fuerzas armadas, el proletariado puede confiar
totalmente en el partido, así como en las cuestiones de control
sobre el estado en general.
Pueden tomarse varias medidas con el
objeto de facilitar este control. Por ejemplo, la descentralización
del mando de las fuerzas armadas en situación de ausencia de amenaza
externa inmediata, o la responsabilidad más estricta de los órganos
interiores en las actividades que afectan a los intereses del proletariado,
etc.; semejantes medidas de índole organizativa, y su modificación
en cada fase concreta, deben dictarse por la necesidad del mantenimiento
de la supremacía del proletariado, en proporción a los
peligros interiores y externos.
La historia de la Unión Soviética,
donde durante el periodo de la dictadura proletaria tales problemas no
ocasionaron dificultades insolubles, demuestra que, siendo económicamente
independiente del entorno capitalista, un país socialista es capaz
durante un tiempo suficiente y posiblemente mientras quiera, de contener
estas contradicciones en la construcción del estado; porque se debilitan
y se extinguen mientras más crece la organización del proletariado
y su influencia organizada en la sociedad.
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2. Los Varangians eran Normandos de
la región de Upsala que subyugaron a los eslavos aproximadamente
a principios del año 859. Dirigidos por Rurik, se establecieron
cerca de Novgorod. Su dominación duró solo dos años
después de los cuáles las poblaciones locales, que habían
desarrollado durante largo tiempo tradiciones libres y democráticas,
se rebelaron. En la acepción del ruso moderno, un 'varangian' viene
a significar algo parecido a la palabra aventurero, es decir, un embustero
entrometido sin residencia fija que se inmiscuye en politica.